/ El establo de Pegaso: Halloween literatura y tradiciones

viernes, 31 de octubre de 2008

Halloween literatura y tradiciones


Literatura de Halloween


Muertos, espíritus, brujas o ánimas del purgatorio, si existe una festividad que se preste a la escenografía del más allá es la que se celebra entre el 31 de octubre y el 2 de noviembre con el nombre de Halloween, Todos los Santos o Fiesta de Difuntos. En ella se mezclan ritos y tradiciones de diferentes culturas que han acabado sincretizándose con el cristianismo, pero en sus orígenes eran fechas destacadas en el candelario agrícola que señalaban el comienzo y el final de un ciclo. Y esta atmósfera, entre el aquí y el “más allá” da para más de un argumento literario. Novelas como Bajo el volcán de Malcolm Lowry, El árbol de Halloween de Ray Bradbury, El altar de los muertos Henry James, Las Leyendas de Becker o el artículo El día de difuntos de 1836 de Mariano José de Larra son algunas de las propuestas literarias que ambientadas en estas fechas.
En un principio, la novela Bajo el volcán de Malcolm Lowry, cuenta el descenso a los infiernos de Geoffrey Firmin, cónsul, o ex -cónsul, británico en Cuernavaca, Méjico, el día de difuntos de 1938. La trama transcurre en las últimas doce horas del protagonista, en lucha contra los fantasmas que pueblan su cerebro y está dividida también en doce capítulos, lo que nos lleva a las horas reales. En el relato se respira la presencia continua de la muerte, hacia la que se encamina el protagonista. Las imágenes que aparecen como la del perro famélico que lo sigue, la fiesta de difuntos mejicana o la danza de la muerte ante el toro, son símbolos que reflejan en el exterior los espectros que atormentan al protagonista, que, finalmente, muere a manos de un grupo de matones, completamente borracho y en un burdel. Esta novela, publicada en 1947, está considerada como una de las grandes obras del siglo XX.
En El árbol de Halloween Ray Bradbury narra, a través de la mirada y de las aventuras de Tom Skelton, una historia donde se combina, muy originalmente, la historia de la tradición de las noches de brujas y el día de Todos los Santos, con el terror que pasarán sus pequeños protagonistas. El autor hace un doble juego con el apellido Skelton, que en inglés es esqueleto, y en la obra Tom lleva este disfraz. Esta narración, escrita en el año 1972, aunque no es de las más conocidas de este escritor americano, muchos de sus seguidores, la califican, como didáctica, ya que ayuda a comprender esta celebración, mas allá de la parafernalia comercial. Una lectura muy interesante para todos aquellos que quieran profundizar sobre significado de esta fiesta.
La siguiente propuesta El altar de los muertos, de Henry James, es una obra en la que el autor intenta desplazar los límites de la realidad más allá de lo razonable. Aunque la obra no transcurre durante esta fecha, su temática si que está relacionada con ella. En El altar de los muertos James nos narra el poder que los muertos pueden ejercer sobre los vivos desde su recuerdo, y su manera de hacerlo. Juegan con los protagonistas, los dirigen y marcan pautas en sus relaciones, los unen y los separan, y al mismo tiempo son el alimento del que se nutren sus vidas. Algunos definen a esta obra como una historia de fantasmas sin fantasmas.
Merece también la pena leer o releer de nuevo las Leyendas de Bécquer, narraciones muchas de ellas pertenecientes al género del relato gótico o de terror, otras, auténtica prosas poéticas, en las que pervive una ardiente imaginación con asombrosos elementos fantásticos. Los temas principales son la muerte y la vida de ultratumba; el embrujamiento y la hechicería y el tema religioso. Títulos como El Monte de las Ánimas, Maese Pérez, el organista, La cruz del diablo, El beso o El Miserere, son algunos excelentes ejemplos de su innovación del género del cuento en la literatura española del siglo XIX.
Y siguiendo con el movimiento Romántico, pero esta vez con el género periodístico, están los Artículos de Costumbres de Mariano José de Larra, entre los que destaca El día de difuntos de 1936. Fígaro en el cementerio, publicado en diario El Español. En él narra su paseo hacia el cementerio, donde ve a la gente caminar en grupos hacia el campo santo. Y después describe varias tumbas y sus inscripciones. Por último Larra cuando se siente solo y desamparado por todo lo que lee, busca refugiarse en su corazón, pero lo único que encuentra es otro sepulcro, donde está inscrito: “¡Aquí yace la esperanza!”.

Tradiciones ¿Qué celebramos?

El verdadero origen de esta celebración se pierde la noche de los tiempos. Existe constancia de que ya en el siglo VI antes de Cristo los celtas celebraban el Samhein, una festividad que marcaba el fin del verano y de las cosechas. Concretamente se celebraba a finales de octubre y a principios de noviembre cuando el calor del sol desaparecía ante la llegada de los días de frío y oscuridad. Las fiestas duraban tres días y comenzaban el 31 de octubre con la noche de “All Hallow’s Eve” término que traducido al castellano significa “víspera santa”. Con el paso del tiempo la pronunciación se fue deformando y, finalmente, quedó Halloween. Los celtas dedicaban el día 1 de noviembre a los héroes y el 2 a los muertos, llevando a cabo todo tipo manifestaciones rituales.
Una de sus creencias era que la noche del 31 de octubre la separación entre los vivos y los muertos se disolvía y era posible la comunicación entre unos y otros. También creían que todo tipo de espíritus y fantasmas podían vagar libremente entre los vivos. Para aplacarlos y protegerse se encendían hogueras, que no sólo servían para iluminar este acto sino también como camino para que los del más allá pudieran saber donde se celebraba la fiesta. Con este mismo propósito se les preparaban alimentos y los participantes se cubrían con disfraces para tratar de asemejarse a ellos y así pasar desapercibidos.
Estos días eran favorables para aplicar los poderes sobrenaturales. Asimismo se creía que también eran propicios para todo tipo de adivinaciones acerca de la suerte, la salud y el matrimonio. Otro de los rituales consistía en preparar comida para los muertos, que durante esa noche saldrían de sus tumbas y llamarían en las puertas de sus familiares.
Cuando los romanos conquistaron los territorios dominados por tribus celtas, especialmente en Escocia e Irlanda, añadieron a esta fiesta el festival romano de la Cosecha que realizaban el 1 de noviembre en honor a la diosa Pomona; por lo que acabaron mezclándose las frutas con los espíritus para celebrar este día.
Con el paso del tiempo la mayoría de estos pueblos se cristianizaron y aunque se convirtieran a esta religión, en sus costumbres quedó un fuerte poso de las creencias paganas de sus antepasados.
Lo mismo que sucede en otras muchas fiestas actuales como puede ser la Navidad o San Juan, que en origen marcaban hitos relacionados con la agricultura, el paso de las celebraciones paganas a las religiosas se hizo de forma gradual. Uno de los creadores de la fiesta de Todos los Santos fue el Papa Bonifacio IV que el 13 de Mayo del año 610, consagró el Panteón de Agripa al culto de la Virgen y los mártires, iniciando así una fiesta para recordar a todos los santos anónimos de la cristiandad que por su fe son dignos de veneración. Posteriormente el Papa Gregorio III (731-741) cambió la fecha del 13 de mayo al 1 de noviembre. La respuesta al porqué de este cambio la tenemos en la conversión al cristianismo de los pueblos de tradición pagana que se negaban a abandonar sus raíces. La Iglesia consideró que si instauraba fiestas nuevas, que coincidieran con las antiguas, a estos nuevos creyentes les sería más fácil ir abandonando sus antiguos cultos, sin que ello supusiera una pérdida de su identidad. Ya en el año 998, San Odilon, abad del Monasterio de Cluny, al sur de Francia, instauró para el día 2 de noviembre, la festividad de Todos los Fieles Difuntos en la orden benedictina. Esta fiesta fue finalmente aceptada por la Iglesia en el siglo XIV y a partir de ahí se extendió a toda la cristiandad.
Mientras tanto, en Ibero América, la tradición católica llevada por españoles y portugueses se teñía de color propio en cada país americano, mezclada a los ritos locales precoloniales y al folklore del lugar. México es uno de los países en el que ha tomado mayor fuerza y colorido la fiesta de Todos los Santos.
En estos países se ha producido también un sincretismo religioso pero de otro tipo. Las civilizaciones prehispánicas de América, a la llegada de los conquistadores, ya tenían celebraciones que rendían culto a la muerte. Cuando los misioneros evangelizaron estos lugares tuvieron que adoptar muchos de los ritos indígenas para lograr convertirlos al cristianismo.
En México el folklore entorno a esta fiesta es riquísimo y tiene su máxima expresión en los altares de muertos, lugares donde se ponen las ofrendas, que suelen ser platillos de comida, el pan de muertos, vasos con agua, mezcal o tequila, cigarros e incluso objetos para que puedan agradar a los difuntos. Todo esto colocado junto a los retratos de los finados rodeados de velas.
En los últimos tiempos la influencia estadounidense se está mezclando con las tradiciones autóctonas; y a toda la rica simbología del folklore mejicano se está uniendo la imaginería del Halloween con lo que el resultado final puede ser una terrorífica mezcla difícil de digerir.


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1 comentario:

F. Bastelo dijo...

qué curioso que este día aparecieran en mis enlaces dos blogs tratando la misma palabra: Samhaim.

http://blogs.periodistadigital.com/vivirypensarenlafrontera.php/2008/11/02/p199568#more199568

que buena complementariedad