/ El establo de Pegaso: Anna Ajmátova

lunes, 13 de octubre de 2008

Anna Ajmátova



Anna Ajmátova retratada por Modigliani



¿Para qué te finges viento,
piedra, pájaro?
¿Para qué me sonríes desde el cielo
como un relámpago inesperado?

¡No me atormentes más, no me toques!
Déjame ir hacia las sabias preocupaciones.
El fuego ebrio deambula
por ciénagas grises y secas.

Y la Musa con pañuelo raído
canta larga y melancólicamente.
En la tristeza severa y joven
está su fuerza milagrosa.


Unos van por un sendero recto

Unos van por un sendero recto,
Otros caminan en círculo,
Añoran el regreso a la casa paterna
Y esperan a la amiga de otros tiempos.
Mi camino, en cambio, no es ni recto, ni curvo,
Llevo conmigo el infortunio,
Voy hacia nunca, hacia ninguna parte,
Como un tren sobre el abismo.


Tres cosas le encantaban

Tres cosas le encantaban a él:
los pavos reales blancos, las oraciones vespertinas
y los desteñidos mapas de América.
No soportaba los mocosos chillones,
ni la mermelada de frambuesa con su té,
ni la histeria femenina
…y estaba atado a mí.


La Musa

Cuando aguardo su llegada por las noches,
pareciera que la vida pende de un cabello.
¿Qué son los honores, la juventud, la libertad,
ante la dulce huésped con su flauta en la mano?
Y entra, me mira fijamente
y me quita la manta.
Le digo: “¿Fuiste tú la que le dictó a Dante
las páginas del Infierno?” Y responde: “Yo”


Anna Ajmátova, seudónimo de Anna Andréyevna Gorenko, nació en Odessa en 1989 y falleció en Domodedovo, pueblo cercano a Moscú en 1966. A partir de 1921 su poesía es señalada como inútil para la revolución y se le impide expresarse libremente. Ajmátova adapta su poesía a la realidad, y para no dejar rastro escribe los versos, se los aprende de memoria y después los recita a sus amigos y conocidos.

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