/ El establo de Pegaso: febrero 2013

domingo, 24 de febrero de 2013

El ladrón de peras



La Bahía de las Libélulas

Acudí buscando toneladas de arena y conchas
para tapar el enorme hueco que me habita
y a veces me circunda.
Busqué unos opérculos para las grietas más
pequeñas
pero no quedaban.
La argamasa marina fraguó
momentáneamente
y
un silbido del Adriano
me cortó la respiración.
En la Bahía de las Libélulas
me espera una bandada
de ellas
y
se aparean
a
la
vista
de
todos
como nosotros ya nunca lo haremos.


El ladrón de peras, poemario de Felipe Zapico Alonso en Editorial Origami


sábado, 9 de febrero de 2013

El Ángel de la Hamburguesa


He aquí que arribo a buen puerto
el ojo de neón me ha empujado con viento favorable a la morada del ángel.
Tras el vidrio
la salvación se ordena en jaculatorias
con nombres de paraísos ya casi perdidos:
Amazonia esmeralda: con todo tipo de vegetales,
Mississippi delta: genuino sabor americano,
Mediterránea clásica, Tropical braseada,
Aurora boreal cinco sabores, Oriental Gran muralla...
La luz oblicua me tienta
con lo que intuyo sonrisa en la cara del ángel,
me roza despacio el corazón.
Alguien tararea “Siempre que te pregunto que cómo cuándo y dónde”.

El ojo de neón atrae el vuelo de las mariposas nocturnas,
se mimetiza angélico con el terciopelo,
se enternece y parpadea suave
acunando el rostro de la chica de rojo,
acariciando el humo
de esta manera tan especial en que acaricia la luz
cuando convierte en vaho lo que toca.
Desde la esquina la mirada del ángel,
oblicua en el crepúsculo
transforma la nitidez cruda de la foto-menú
en visiones tenues con formas difusas
convirtiendo la Mississipi delta en un blues,
la Mediterránea clásica en la añorada Ítaca,
la Aurora Boreal en la tierra prometida de la alquimia.
La túnica del ángel,
del color amarillo-limón de la formica,
se desvanece soberbia entre espirales
mientras la camarera cuelga entre los pliegues
a manera de exvotos, las cuentas de los fieles.
Me pregunto a qué jerarquía pertenece este ángel,
que me hunde en la atmósfera milagrosa de Canaán,
mientras oigo: “su tabaco gracias”.

La noche cae tibia,
humedece el revoloteo de las mariposas nocturnas,
y la más osada se posa en la frente del ángel.
Tras los cristales un perro se acerca sumiso,
alguien, al otro lado, le extiende la palma
y una lengua le dibuja el contorno en el vidrio,
lamiendo las heridas.
De nuevo me pregunto a qué jerarquía pertenece este ángel
¿En qué cielo el olor de hamburguesa se mezcla con la brisa
se alía con la luz inerte del neón
y penetra como la lluvia fina?

“Siempre que te pregunto que cómo cuándo y dónde.
Tú siempre me respondes; quizás, quizás, quizás”
.

Quizás en el Octavo Cielo Oblicuo
donde penden las almas a manera de exvotos
pagando en calderilla el precio de la expiación.

El Ángel de la hamburguesa en Poesía recitada