/ El establo de Pegaso: abril 2022

lunes, 11 de abril de 2022

Las islas Mergui de Gertrud Kolmar

 


Las islas Mergui 

Las islas Mergui son huevas.

Simiente vertida ante el muslo de la rana,

que, Birmania azul, Siam amarilla, Annam verde,

se agacha y bracea, hundiendo el pie palmeado de Malaca

en las aguas de China.

 

No.

Mis islas Mergui no se bañan cantando en el océano índico.

Ellas surgen del mar de la noche, emergen en silencio

de la penumbra perpetua, sin día,

protuberancias con mechones de un negro verdoso, lomos

de búfalos inmensos que en las profundidades marinas

pastan un fuco castaño.

En sus ollares bulle la espuma.

La oscuridad brama en sus flancos. Pálido fuego sin llamas,

un relámpago

escapa tembloroso del cuerno arqueado.

Se extingue...

 

Bajo la maleza espinosa de la cima

 se acurrucan pájaros sin alas con crines de caballo,

no identificados aún por naturalista alguno.

En un calvero rocoso

el ojo dorado de luna de la serpiente gris pizarra,

enroscada, inmóvil, se yergue en la noche eterna.

Pero en las grutas calcáreas.

cuyas paredes son devoradas por los hocicos de las olas,

roídos por los dientes de las gotas,

las iguanas marinas en gala nupcial verde malaquita

celebran lúbricos esponsales,

un buitre negro con la cara pelada, de un rojo azulado,

devora un pez de aletas púrpura,

de los orificios salen, veloces, oscuras golondrinas,

con las alas pardas, terrosas, el pecho

de un violeta sombrío,

florecen corales del color del clavel y del azafrán, aspirando

ya la presa, desplegando hacia ella el abanico

de sus tentáculos,

un gran caracol se envuelve en su manto de porcelana

con manchas de leopardo.

Y dormita.

 

Las naves fueron dispersadas por el viento.

Dispersadas... Despedazadas... Tablas a la deriva, jirones

del mundo que porta el cincel del artesano y el lápiz

del que escribe y el arado y el peso y la balanza

del comerciante,

mil ruedas impetuosas, mil palabras farfulladas

y el dinero. Aquí, en el inconstelado, se agazapa

el mudo crepúsculo,

lejos del tierno lamento lunar, de los cantos del sol

 abrasadores, resplandecientes.

La tierra sueña, envuelta en el murmullo de los belfos

goteando sal de una nodriza viejísima.

Un resplandor mate, blancuzco, medita.

Sólo animal y planta.

Extraña rata de las cavernas, que incuba un huevo

del color de la turquesa, jaspeado de gris,

belladona, cuyas bayas de tinta

sumen a quien las come en el sueño de la muerte,

durante todo un año...

pero nadie se molesta en recogerlas.

Silencio. Ser todavía, sin hacer.

Allí donde los pámpanos prendidos con magros brazos

estrangulan los tallos minúsculos, imbricados,

bajo el plumaje de la acacia

el fruto solitario surge de la vaina verde profundo,

largo y redondeado, enhiesto, hinchándose en desnudo,

carnal, rubor.

Espera,

hasta que unos labios de aliento dulce, sensual,

susurrando, palpan entre la espesura, tocan,

se estremecen, envuelven:

tiembla,

y las vetas ocultas en la carne del fruto

derraman la semilla procreadora.

Gertrud Kolmar. Las islas Mergui del poemario Mundos. Edición de Berta Vías Mahou. Quaderns Crema, S. A. Acantilado. 

 Gertrud Kolmar, era el seudónimo de la poeta y escritora alemana Gertrud Käthe Chodziesner (Berlín, 10 de diciembre de 1894 - Auschwitz, marzo de 1943), detenida y deportada como judía en el campo de concentración de Auschwitz, donde murió víctima de la solución final nazi.

 Información sobre la poeta y su obra

Gertrud Kolmar (1884 – 1943: hedonismo y quimera en los territorios interiores. Dolors Sabaté Planes.

 Gertrud Kolmar: un paraíso perdido, Radio Sefarad

viernes, 1 de abril de 2022

Earendel, Hubble y J.R.R. Tolkien

 

El telescopio espacial Hubble acaba de detectar la luz de Earendel, una estrella que existió muy poco tiempo después del nacimiento del universo en el Big Bang, lo que la convierte en la estrella individual más lejana jamás vista hasta ahora. Earendel ya no existe, ha muerto hace millones de años, pero su luz todavía sigue viajando por el cosmos. Su nombre en inglés antiguo significa «estrella de la mañana» y J.R.R. Tolkien escribió en 1914, un poema llamado «El viaje de Earendel, la estrella vespertina«.

«Eala Earendel engla beorhtast. Ofer middangeard monnum sended» 

«Salve, Earendel, el más brillante de los ángeles. Enviado a los hombres sobre la tierra media»

Christ I, anónimo 

 

El viaje de Earendel, la estrella vespertina

Éarendel surgió donde flota la sombra
en el límite silencioso del Océano;
por la boca de la noche como un rayo de luz
donde las orillas son escarpadas y tenues
lanzó su nave como un destello plateado
desde la última y solitaria playa;
después, en el soplo iluminado por el sol en la agonía abrasadora del día
navegó desde la Tierra del Oeste.

Siguió su ruta sobre la estela
del resplandor del Sol,
y vagó más allá de numerosas estrellas
en su luminoso galeón.
En la creciente marea de la oscuridad cabalgan
las argosias del cielo,
y envuelven la noche con sus velas de luz
al compás de la estrella que brilla.

Sin prestar atención se sumerge más allá de los barcos centelleantes,
su espíritu errante gira
en una búsqueda interminable a través del oscuro Oeste
sobre el margen del mundo;
y se apresura a atravesar el enjoyado yermo
y el crepúsculo de donde vino
con el corazón ardiendo de brillante deseo
y su rostro en llamas de plata.

La Nave de la Luna del Este llega pronto
del Puerto del Sol,
sus puertas blancas brillan en el rayo que viene
de la poderosa plata.
Con las nubes como cubierta de su barco
echa el ancla en la oscuridad
y con remos resplandecientes abandona las costas ardientes
en su nave de madera de plata.

Entonces Éarendel huyó del temor del Barquero
más allá de la pálida tierra oscura,
de vuelta bajo el borde del océano borroso,
y detrás del mundo zarpó;
y escuchó la alegría de la gente de la tierra
y la caída de sus lágrimas,
mientras el mundo retrocedía en un brumoso naufragio
en su viaje a lo largo los años.

Luego resplandeciente pasó a la inmensidad sin estrellas
como una lámpara aislada en el mar,
y más allá del alcance de los hombres mortales
emprendió su aventura solitaria,
siguiendo al Sol en su galeón
a través del firmamento sin caminos,
hasta que su luz envejeció en los abismos fríos
y su ansiosa llama se apagó.

Poema de J.R.R. Tolkien escrito en 1914

The Voyage of Éarendel the Evening Star

Éarendel arose where the shadow flows
at Ocean’s silent brim;
through the mouth of night as a ray of light
where the shores are sheer and dim
he launched his bark like a silver spark
from the last and lonely sand;
then on sunlit breath of day’s fiery death
he sailed from Westerland.

He threaded his path o’er the aftermath
of the splendour of the Sun,
and wandered far past many a star
in his gleaming galleon.
On the gathering tide of darkness ride
the argosies of the sky,
and spangle the night with their sails of light
as the streaming star goes by.

Unheeding he dips past these twinkling ships,
by his wayward spirit whirled
on an endless quest through the darking West
o’er the margin of the world;
and he fares in haste o’er the jewelled waste
and the dusk from whence he came
with his heart afire with bright disire
and his face in silver flame.

The Ship of the Moon from the East comes soon
from the Haven of the Sun,
whose white gates gleam in the coming beam
of the mighty silver one.
Lo! with bellying clouds as his vessel’s shrouds
he weighs anchor down the dark,
and on shimmering oars leaves the blazing shores
in his argent-timbered bark.

Then Éarendel fled from that Shipman dread
beyond the dark earth’s pale,
back under the rim of the Ocean dim,
and behind the world set sail;
and he heard the mirth of the folk of earth
and the falling of their tears,
as the world dropped back in a cloudy wrack
on its journey down the years.

Then he glimmering passed to the starless vast
as an isléd lamp at sea,
and beyond the ken of mortal men
set his lonely errantry,
tracking the Sun in his galleon
through the pathless firmament,
till his light grew old in abysses cold
and his eager flame was spent.

J. R. R. Tolkien. The Voyage of Eärendel the Evening Star

 Un poco de ciencia

El telescopio Hubble detecta a Eärendel, la estrella más lejana jamás observada. 

Dentro video.