/ El establo de Pegaso: abril 2014

martes, 29 de abril de 2014

La Antártida de los Pelo Pantones


Los mapas también son velas.

Los Pelo Pantones (El Resi y Anita Boni) me han regalado este maravilloso mapa de la Antártida para el establo. Pegaso ya ha estado sobrevolando el mar de Ross, el macizo Vinson, el lago Vostok y está de vuelta en el volcán Erebus.

Pertenece al Atlas ilustrado por Aleksandra Mizielinska y Daniel Mizielinski

Me encanta cumplir años con estos regalos.

viernes, 25 de abril de 2014

El establo de Pegaso cumple seis años

El 25 de abril de 2008 comencé con el establo de Pegaso. La Antártida, en diferentes versiones, ha sido durante mucho tiempo su imagen de cabecera, en especial la isla de Ross. Por tanto usarla, creo que se merece un poema.

Ilustración de Susana Velasco sobre el nacimiento de Pegaso


A la isla de Ross en la distancia

I

A más de mil millas del Egeo
está el mar de Ross, la cordillera de Edsel,
Cabo Coleck.

Dardanelos y Mac Murdo
y las islas de Naxos y la isla de Coulman
a millones de nudos de distancia.

Laberintos de luz, filamentos de hielo,
tan lejos del mar Jónico,
de Samos de Leucade
en las grutas perdidas de isla Sturge.

Estrechos, cabos, islas, bahías y volcanes
me recuerdan tu cuerpo y la distancia,
que es amor para mí como la Antártida
tan fríamente bella.

II

Y la isla de Ross, espejismo de hielo
entre las aguas,
y las aguas del mar de Ross, espejismos de tierra
en el océano,
y el glaciar de Beardmore, espejismo de lava
austral en las planicies,
y el volcán Erebus y el cabo Evans,
y la isla de Coulman y Mac Murdo.

Y tus piernas en las calas de Ross
y tus labios en la isla de Ross con fuerte viento,
y los surcos trazados en tus manos
en el glaciar de Beardmore
y en el Erebo.

Y la distancia tan cruel que nos separa
en valles silenciosos tras cristales de nieve
cegadores.
Y nos quiebran la voz marmóreos arrecifes,
hirientes angosturas y parajes
de nieves arenosas.

Y la bruma que me oculta
el indicio atrapado entre las rocas,
el rastro casi glaciar de tus cabellos,
la serena huella de tus pasos
que me habla aquí de tu presencia en la isla de Ross,
en las costas del Sur, en cabo Evans.

Un indicio de ti que me haga creer
después de tanto silencio en sortilegios.

Es tan triste cobijarse en la noche polar en las cavernas
tan blancas y profundas
y pensar en el día aquél en que fuimos sin fin
en otros mares
en algas que no llegaron jamás a estas banquisas.

¿Qué quedó amor del oráculo de Delfos
en estas aristas, simas, precipicios sin fin,
en el silencio inquietante de estas calas?

¿A qué Dios ofrendar el petrel de las ventiscas?
¿A qué divinidad sacrificar
las entrañas sagradas del albatros?

A quién aullar si los gemidos se deslizan
remotos en glaciares,
a muchas millas de distancia de la costa,
muriendo finalmente con las focas,
con los lobos de mar, con los rorcuales.

Sin embargo tus piernas continúan en las calas
de Ross, en cabo Evans,
en el cráter activo del Erebo.

¡Qué Ítaca tan inhóspita el Erebo,
que me priva de Circe y de tus brazos,
de las islas del Sol y los hechizos!

Pero aquí, amor, desde Mac Murdo
en bahías brumosas, resguardadas,
en ciudades de hálito de hielo,
tu cuerpo y la mar tan hostil
y la isla de Coulman me acompañan.

III

El nuestro es tan sólo un amor de encrucijadas
consumido, amada, en lugares donde los caminos
se bifurcan
donde las sendas se destrozan y desgarran.

Y ha de ser así, mujer enclave
que encalles en mi cuerpo,
mientras la oscuridad a golpes se desliza.

Y ha de ser así como te acerques
sigilosa a mis calas
como una nave cargada de amaranto
que ansiosa llegara desde Anafi
oscura como el vino, incierta en sus vaivenes
como el nácar.

Estas son algunas de las cabeceras que ha tenido el blog a lo largo de estos seis años.


miércoles, 23 de abril de 2014

Día Internacional del Libro recordando la destrucción de la antigua Biblioteca de Alejandría

Arden los alfabetos




“Pero el mundo al que vuelvo ya no es el de antes. Yo soy un extranjero, como los muertos sin sepultura cuando suben del Aqueronte, y aunque estuviera en mi isla natal, en los jardines de mi infancia, que mi padre me encierra, ¡ay!, aun en ese caso sería un extranjero en la tierra, y ya no hay ningún dios que pueda ligarme al pasado.”

Friedrich Hölderlin “ HIPERIÓN

I
El resplandor del fuego brilla sobre el mástil de las naves fenicias,
la sabiduría se resiste a morir
cae en pavesas sobre las ánforas cargadas de vino y púrpura
filtrándose en la mirra con que ungirán su cuerpo las doncellas.
Hipérbolas y elipses
trazan volutas de humo sobre el cielo de Alejandría
mientras el aroma dulzón del pergamino se extiende por las calles.
Los triángulos de Euclides y el universo de Tolomeo
se aferran a las sandalias de los mercaderes del Sahara.

Arden los alfabetos
y el olor a verbo quemado se mezcla
con el sudor acre de los soldados macedonios,
sazonado con las especias de los mercaderes de Oriente.
Una brisa suave arrastra las deltas hasta el delta del río,
varando a las taus hasta anclarlas en los espigones del puerto.
Arden las palabras y con ellas el Cosmos
su brillo oscurece en la noche los destellos del Faro.
El resplandor del fuego mece con las olas
los paños, las esencias, los mapas de otros mares,
rompe las constelaciones calcinadas junto al cabo de Loquias.
Todo el conocimiento se disuelve en las aguas,
y las cenizas se mezclan con las conchas
en la arena de la isla de Pharos.
Arde Alejandría mientras miro la noche,
mis pupilas reflejan los rescoldos
y
se alejan en las naves que abandonan el puerto.
Todo lo que he visto viaja a la otra orilla,
en ésta sólo quedan los restos de la sombra,
solitarias sigmas perdidas entre el grano.
Bebo cerveza en las tabernas de la antigua Racotis
para olvidar que he perdido los ojos.

II
Cuando humea el corazón después de la catástrofe,
y los recuerdos se exilian
y sabemos que serán enterrados en una tierra extraña
o mecidos por las aguas que nunca han azotado nuestra carne,
sentimos que no hay alfabeto que pueda combinarse
para contar con verdad lo que sabemos.
Guardamos nuestro frágil corazón en la región donde moran
los frágiles corazones de los hombres.
Aguardamos con dicha el toque de trompeta
que despierte las imágenes perdidas,
aguardamos con las cuencas vacías
a que nos sean devueltas las visiones,
mientras llega ese día
bebemos vino dulce y perdemos el sentido con cerveza,
desgarrando nuestro cuerpo con las conchas afiladas de la playa.
Esperando que olvido y cicatrices
nos recuerden que habitamos la tierra.

Audio del poema, recita Tomás Galindo







martes, 22 de abril de 2014

Ecuación de las rayas de la cebra

A Alan Mathison Turing


La tristeza,
singular como las rayas de la cebra,
arruga las fronteras en los mapas.
Embelesa la pupila,
la amolda a la curva suave de las dunas.
Arrastra hasta el pelaje
el trazado sinuoso de los deltas,
la línea de la costa.
El oro de los tigres,
la plata de los gatos,
el azabache del pez ángel
fluye en ecuaciones,
sedimenta en los genes,
se dispersa en desiertos felinos.
Todos los pigmentos de trazos singulares
en pieles del paisaje,
en paisajes de piel.
Tigres imitando los surcos de la arena,
archipiélagos copiando las escamas,
jirafas cartógrafas con mapas de las Cícladas,
Polinesia emergiendo en el lomo del guepardo.

A veces el álgebra fascina al ADN.

En Las bases químicas de la Morfogénesis (1952), Alan Turing propuso el origen y desarrollo de las formas en la naturaleza con modelos matemáticos y las describió mediante ecuaciones diferenciales.

"Esta entrada participa en el I Certamen de Cuentos de Ciencia organizado por el blog Cuantos y cuerdas"

martes, 15 de abril de 2014

La esfera de Eratóstenes poema de Maurice Riordan

La esfera

"¿Para qué perder el tiempo con la palabra?
La geometría ya existía antes de la creación"
(Kepler)



En una época en que —imaginar el mundo
como una esfera suspendida del cielo— significaba
pertenecer a una secta, Eratóstenes calculó
la circunferencia de la Tierra: una cifra que sobreviviría
incendios y destrucciones, recesiones de varios
siglos, y que llegaría a Colón como un rumor
(si no lo hubiese creído nunca habría zarpado).

De algo debió servir que Eratóstenes fuese el Bibliotecario
de Alejandría, que Alejandría estuviese
en el delta del Nilo, que el Nilo fuese en línea recta
hacia el sur por la arena hasta llegar a Siena
donde —había leído el bibliotecario— a mitad del verano
el sol de mediodía no proyecta sombra alguna, sino que hunde su brillo
en el fondo del pozo, incendiándolo como una antorcha
—como si la naturaleza y la historia hubiesen creado
una vasta figura euclidiana, el Museion
(él mismo) en uno de sus puntos: la base
de un cálculo que extendió el mapa más allá
de lo que cualquier emperador pudiera imaginar, y que casi
fue verdad cuando se vio a la Tierra lentamente
girar en el espacio como una esfera de agua.

¿Adoraba Eratóstenes al sol y al río?
¿Temía al duende del pantano, al etéreo genio?
Cuando mirando desde el puerto veía al otro lado
la curvatura del agua, la inclinación del faro, cuando año tras año
al estirar y aceitar sus pergaminos, desdoblaba
sus desgastados teoremas, ¿solamente se preguntaba?
¿O veía en ellos la sombra de una firma?

Maurice Riordan (Cork, 1953) del libro Floods

Eratóstenes y la circunferencia de la Tierra

"Eratóstenes fue un científico griego, nacido en el año 280 A.C., que averiguó la circunferencia de la tierra, con un sencillo pero ingenioso método que actualmente recibe su nombre.
Teniendo en cuenta, que durante el solsticio de verano, el sol caía en horizontal sobre un pozo situado en la ciudad de Siena (Asuán) Colocó un palo, verticalmente sobre la tierra, en la ciudad de Alejandría en el mismo día. Al comprobar, que existía una ligera inclinación de la sombra, decidió medir la distancia entre las dos ciudades. Teniendo en cuenta que el grado de inclinación de la sombra era de 7,5 grados, y la distancia entre las dos ciudades era de 840 kmts. Al dividir los 360 grados de la circunferencia entre los 7,5 grados y multiplicarlos por los 840 kmts, el resultado sería una medición aproximada de la circunferencia de la Tierra.
La precisión del método, a la vez que rudimentario, es impresionante". Texto de Atando Ciencia

domingo, 6 de abril de 2014

Máquinas de Michael Donaghy


Máquinas

Querida, ten presente la forma en que se parecen:
Esta pavana al clavicémbalo de Purcell
Y la bici de doce velocidades del corredor.

La maquinaria de la gracia siempre es simple.
Este trapezoide cromado, una rueda conectada
a los engranajes concéntricos,
Qué Ptolomeo soñaba y Schwinn ha perfeccionado,
Ha pasado. El ciclista, no el ciclo, conduciendo.
Y tocando, los acordes de Purcell en sentido opuesto.

Así que en esta conversación, o pulsación, si estuviera allí,
debería manejar sin esfuerzo los artilugios del amor,
como en el cielo de Dante, fundiéndose en el aire.

Si no es así, desde luego, he caído. Tanta es la casualidad,
La agilidad, el deseo que los amantes,
Como los ciclistas y clavecinistas saben que

Sólo moviéndose se pueden equilibrar,
Sólo mediante el equilibrio del movimiento.




Machines

Dearest, note how these two are alike:
This harpsicord pavane by Purcell
And the racer’s twelve-speed bike.

The machinery of grace is always simple.
This chrome trapezoid, one wheel connected
To another of concentric gears,
Which Ptolemy dreamt of and Schwinn perfected,
Is gone. The cyclist, not the cycle, steers.
And in the playing, Purcell’s chords are played away.

So this talk, or touch if I were there,
Should work its effortless gadgetry of love,
Like Dante’s heaven, and melt into the air.

If it doesn’t, of course, I’ve fallen. So much is chance,
So much agility, desire, and feverish care,
As bicyclists and harpsicordists prove

Who only by moving can balance,
Only by balancing move.

Michael Donaghy (New York 1954 – 2004) Poemas escogidos