/ El establo de Pegaso: 7 homenajes de Juan-Eduardo Cirlot

miércoles, 27 de mayo de 2009

7 homenajes de Juan-Eduardo Cirlot

7

HOMENAJES

DAU AL SET
MAYO 1951


A RAIMUNDO LULIO

Amatistas y flores dulcemente
conjuntos en la música lejana;
un resplandor violeta que dimana
del doble contenido divergente.

Un hombre con la boca refulgente
inundando de estrellas la mañana.
Su pecho es una lúcida ventana
escrita con la forma de la frente.

Animales azules le acompañan
bajo la tierra negra del sollozo
donde brotan palabras como espejos.

Las almas no se nublan ni se empañan
entre las llamas muertas de los pozos
cuando su soledad canta en reflejos.


A MAX ERNST

Incontables insectos minerales
extienden su tristeza material
por esta zona oscura del erial
donde nacen las voces musicales.

Tu corazón de azúcares cruciales
enhebra la armonía sideral
para buscar la página del mal
en las sombras de hierbas y cristales.

De tus dorados dedos de granito
baja un río delgado y desdoblado
en imágenes blancas y amarillas.

Tú sabes que lo roto es infinito.
Escamas y fantasmas te han tocado
con agujas y violas y varillas.


A OSIRIS

Repartido en pedazos y en lamentos,
repartido en paises y en canciones,
repartido en lejanos corazones,
repartido en profundos monumentos.

Repartido en obscuros sentimientos,
repartido en distintas emociones,
repartido en palabras y oraciones,
repartido y perdido en los momentos.

Heredero del tiempo y del espacio,
víctima de transcursos y distancias,
ser en seres deshecho y repartido.

Yo busco tu hermosura y tu palacio,
tu boca de rubíes y fragancias
para reunirte solo en un gemido.


A JAKOB BÖHME

Si negro corazón, blanca cabeza
si llama desgarrada, frío ciego,
hielo celeste contra tierra y fuego,
flor de cristal azul frente a maleza.

Dulzura descendiendo con fiereza,
imprecación cantando como ruego,
o destrucción en calma y en sosiego,
miseria en la raíz de la riqueza.

Ese fué tu mensaje de dos cantos
de dos cuerdas de luces desiguales,
de dos labios de forma incoherente.

Las risas son las joyas de los llantos,
las almas transfiguran animales.
Igual es lo contrario y diferente.


A RENE MAGRITTE

Las mujeres con pechos de papel
alumbran la armonía de los prados.
A las ventanas vienen los venados
bajo un cielo de páginas de miel.

Detrás de esa cortina hay un doncel
con los ojos azules y vendados
pero en las blancas vendas hay pintados
tres ojos negros donde está Luzbel.

La pierna adolescente de la bella
abre sus abanicos de cristales
mientras un aerolito resplandece.

La carne es un espejo y una estrella.
El hombre la contempla con puñales
pero la rosa corre mientras crece.


A MITRA

Dios con siete collares planetarios,
con mujeres de piedra y pensamiento,
con aullidos de cal en movimiento
con relieves y rojos santuarios.

Hasta las altas llamas son sudarios
ante tu desgarrado monumento
en el que sólo canta un elemento:
el amor que desfonda los sagrarios.

Bestia llena de flores y granates
halo de rosas roncas de rumores,
esposo repartido en el abismo…

Hablo de los pacíficos combates,
de los ciclos de música y colores.
Por las montañas hablo de mí mismo.


A GAUDI

Relámpago de carne hecha de roca,
gesto de invocación incorporada;
anciano de cristal cuya mirada
parece un girasol de doble boca.

En tu oración la luz se ha vuelto loca
llena de mansedumbre exasperada;
y una tormenta azul, paralizada
se postra a ese alarido que convoca.

Tu arquitectura gime como un bosque
crucificado en furia que no mengua
bajo las destrucciones cenitales.

Yo pido a ese sarmiento que me enrosque
con brasas y zafiros esta lengua
de pecados y cantos capitales.


Juan-Eduardo Cirlot

7 notas para "7 homenajes"

de Juan-Eduardo Cirlot

Félix Morales Prado

Estos "7 homenajes" que aquí reproducimos (*) son una pieza rara de la obra de Cirlot. Editados únicamente, que tengamos noticia, bajo el sello "Dau al set" en 1951 (el mismo año en que publica "Amor", "13 poemas de amor" y "El poeta conmemorativo") y en los años ochenta, por nosotros, en una revista muy mal distribuida, deben de haber pasado desapercibidos.

Su lectura, como la del resto de su obra poética, exige situarse en el universo simbológico tradicional, ese puente entre lo conocido y lo desconocido, entre lo fenoménico y lo esencial, en el que nuestro autor empeñó sus esfuerzos de estudio y creación. Inútil será, por supuesto, considerar el símbolo en Cirlot como mero artificio retórico-literario; es decir, como "alegoría", empobrecimiento y desvirtuación de la noción original de símbolo. El símbolo, en cuanto lo es, lo es todo. O, por mejor decir, todo es símbolo de todo y hay una relación consubstancial entre el símbolo y lo que simboliza. Esto convierte la multiplicidad de la apariencia en un abanico de caminos que conducen a la unidad que subyace. Lo cual no supone una anulación de lo histórico en beneficio de lo esencial universal; sino que ambos son las dos caras de una misma moneda, cuya puerta de comunicación, de identificación, es el símbolo. Así es el símbolo en Cirlot. Para él, como para todos los que se han movido dentro de esta tradición milenaria, el universo es un gran mandala, en el que cada fragmento o cada aspecto representa y es, al mismo tiempo, todos los demás. Recordemos a Baudelaire: "Comme de longs échos qui de loin se confondent/Dans une ténébreuse et profunde unité,/Vaste comme la nuit et comme la clarté/Les parfums, les coleurs et le sons se répondent".(1)

Si partimos de tales supuestos, vemos que nada es casual en este cuadernillo que exhumamos. Cada detalle en él obedece a una coherencia interna y se organiza en torno a una unidad que deviene en tal visión simbólica. De manera que:


1) Los poemas son siete porque 7 es el número que simboliza el universo, la rueda, el ciclo perfecto. Son ciclos de 7: Los siete días de la creación. Los siete colores del arco iris. Las siete notas musicales. Los siete pecados. Las siete virtudes. Las siete musas. Los siete planetas del sistema ptolemaico. Las siete fases de la vida de un ser. Los siete chakras del cuerpo humano según la doctrina yóguica. Los siete días de la semana, etc. Veamos cómo se corresponden entre sí los elementos de algunos de estos ciclos:


El septenario (el siete) es la unión del ternario (tres: número del cielo, orden espiritual) con el cuaternario (cuatro: número de la tierra, orden terrestre). En él se unen el cielo y la tierra: Es decir, es el símbolo que simboliza al símbolo: El universo: Su lectura simbólica es prácticamente interminable.

2) Los poemas están impresos en siete distintos colores, no sólo por una intención estética (y lo estético también tiene su dimensión simbólica), sino en base a un simbolismo cromático que Cirlot sólo utilizó de esta forma, que sepamos, en estos poemas. Cada color guarda una serie de correspondencias con el texto que imprime y también, en contrapunto, con los otros, como se verá. De cara a cualquier interpretación, a cualquier comprensión, habrá que tener en cuenta, además, las correspondencias de los siete colores con los otros ciclos: las siete notas, los siete planetas, etc. Por ejemplo: Nos preguntábamos por qué Cirlot habría alterado el orden natural de los colores en el espectro. Es decir, en vez de Rojo, Naranja, Amarillo, Verde, Azul, Añil, Violeta (tal como aparecen en el arcoiris), tenemos Naranja, Verde, Azul (sustituyendo el negro de Osiris por azul oscuro, pues ambos colores suelen asimilarse en el plano simbólico), Rojo, Amarillo (el ocre amarillento de Magritte), Añil, Violeta. A1 indagar la relación entre colores y notas musicales, apareció una explicación. Dice Cirlot en su "Diccionario de símbolos": "En el sistema septenario, Star da unas correspondencias de notas y colores que juzgamos bastante justas: violeta (sensible); rojo (tónica); anaranjado (supertónica); amarillo (mediante); verde (subdominante); azul (dominante); índigo (superdominante)". Lo que, en la reordenación que introduce en el cuadernillo, da la siguiente serie: supertónica, subdominante, dominante, tónica, mediante, superdominante, sensible. Interpretado según la Escala Mayor Natural, resulta: Re, Fa, Sol, Do, Mi, La, Si. Ahora bien, según Schneider (citado por Cirlot en su Diccionario), "fa, sol, do, re" son elementos masculinos, correspondientes al fuego y al aire, mientras "la, mi, si" son elementos femeninos, relativos al agua y la tierra. De manera que el poeta ha distribuido simétricamente los dos grupos, representando así la dualidad inherente al universo, a toda manifestación (yin-yang, masculino-femenino, seco-húmedo, etc...). Esta reordenación acarrea otra serie de implicaciones en la estructura simbólica del poemario. Por ejemplo, coloca el uno, la unidad, la síntesis, en el centro, el lugar que le corresponde.

Todo esto es evidente. Pero, además, ¿se corresponde esta frase (Re, Fa, Sol, Do, Mi, La, Si) con algún fragmento de alguna obra conocida por Cirlot y que, por alguna razón, quiso introducir como mensaje secreto? ¿Tiene algo que ver alguna de las piezas musicales que compuso con la manera de ordenar las notas en esta obra?

3) Cada uno de los colores se corresponde con un personaje. No es éste el lugar para establecer todas las relaciones entre unos y otros. Porque, como dice Cirlot, las "interpretaciones pueden prolongarse hasta lo indefinido por una mayor precisión de matices y de grados paralelos de significación, pero esto constituye una de las peligrosas tentaciones del simbolismo, que conduce a un sistema petrificado de alegorías".

Podemos, sin embargo, hacer una observación a modo de ejemplo: El poema a Osiris está impreso en negro. El negro es el color de la tierra abonada, putrefacta, de la descomposición de la que surgirá la vida. Por eso los egipcios lo representaban de color verde: porque el verde es el color ambivalente (el color verde de los cadáveres -muerte- y el color verde de las plantas -vida-). Por eso, también, el verde y el negro se asimilan en el plano simbólico. Es necesario darse cuenta de cómo las relaciones simbólicas no son unilaterales ni los elementos que las componen son discontinuos, sino que van entrelazándose, vertebrados por la única realidad profunda que los sustenta, de modo que confusión y diferenciación vienen a ser una misma cosa. Volviendo a Osiris, su relación con el simbolismo del color negro (verde) se desprende de (o se conecta con) su biografía simbólica (que es la base del poema de Cirlot) inmediatamente: Osiris es descuartizado por su hermano Seth, que luego disemina sus pedazos por el país. Isis (la madre, la tierra, el principio femenino, la fecundidad) recorre Egipto recogiendo los trozos dispersos de su hijo y le devuelve la vida. Para los materialistas, esto es una interpretación religiosa de los ciclos de fecundidad de la tierra en el valle del Nilo. Para los que sustentan una visión simbólica del mundo, los ciclos de fecundidad de la tierra en el valle del Nilo son otro símbolo en la cadena expresada por la unidad inalterable. En cualquier caso, Osiris es aquí un elemento más, paralelo y entrelazado con los otros, que representa (que es) el péndulo o círculo de la vida-muerte, de la caída y el resurgimiento.

4) Los personajes están distribuidos simétricamente: Todo en el ser manifestado, dual, es simétrico. (Vide supra punto 2). A cada lado del espectro hay un pintor surrealista, un levantino relacionado con el mundo esotérico y simbólico y un dios mitológico de signo solar. El eje es Jakob Boehme, filósofo del siglo XVIII para quien "la unidad es concebida en la diferenciación"(2) y afirma que el interior de cada cosa es Dios (la unidad que subyace), pero que introduce en tal concepción, erróneamente entendida a veces como panteísta, los conceptos del bien y el mal (el dualismo de lo manifestado: la multiplicidad). Él es el centro que sintetiza o explica las otras seis tendencias del universo: Pues el siete corresponde a las siete direcciones del espacio: Dos por cada dimensión (en cada dimensión el bien y el mal, lo blanco y lo negro, lo alto y lo bajo, etc...) más el centro, la síntesis, la séptima dimensión (el día en que Dios descansó: la "coincidencia oppositorum"). En las otras seis direcciones se alzan: Raimundo Lulio/ Gaudí, Max Ernst/René Magritte, Osiris/Mitra. Y cada uno de los poemas que los desarrolla son como sucesivas explosiones de fuegos artificiales que evidencian la sustancial identidad de la apariencia múltiple. Pues la gama del arco iris es, en definitiva, lo que, más allá de todo maniqueísmo, pero sustentándose en él, conforma la luz.

5) Volvamos al siete: periodo, ciclo, unidad compleja. Los poemas (organización del caos de la unidad compleja) son sonetos: 14 versos. El 14 ("número de la fusión y la organización", dice Cirlot) es 7 x 2, multiplicación inherente al mundo fenoménico, regido por la dualidad, base de toda multiplicidad.

6) Cada poema comienza planteando la dualidad o disparidad de lo existente, para acabar concluyendo la evidencia de su unidad: "su soledad canta en reflejos", "Tú sabes que lo roto es infinito", "para reunirte solo en un gemido", "Igual es lo contrario y diferente", "La carne es un espejo y una estrella", "Por las montañas hablo de mí mismo", "Yo pido a ese sarmiento que me enrosque'".

Son versos finales de cada uno de los siete poemas.

7) Los poemas se aluden entre sí, como espejos confrontados que reconocen su propia imagen en la diferencia de los otros: El poema a Raimundo Lulio habla de "un resplandor violeta" (Gaudí) o "animales azules" (Mitra). El de Max Ernst, de "insectos minerales" o "zona oscura del erial", "lo roto" (lo negro: Osiris). Etc...

Y tanto más que se podría decir. Mas, basta ya. Que esto nació con vocación de breve nota introductoria y, si aún estoy a tiempo, en ello debe quedar. Pues mi ignorancia, como todas, es atrevida y aún podría desbarrar más de lo que, a mi pesar, lo haya hecho. Sólo espero que estas pobres sugerencias lleguen a convencer al lector (si es que ya no lo estaba, lo cual es más probable) de las infinitas posibilidades de la lectura que se le propone. Y que no se confunda eso con un ejercicio de erudito o descifrador de claves. Porque en el laberinto de los símbolos (cito a Cirlot) hay que buscar menos su interpretación que su comprensión: Recordemos a Verlaine: "Llueve sobre la ciudad: Llueve sobre mi corazón". Pues, también citando a Cirlot: "en simbolismo, especialización extrema suele acarrear degradación del significado a nimiedad alegórica o atributiva".

Os dejamos, entonces, con este poeta-isla, situado al margen de modas y movimientos, que, como Juan Ramón, Walt Whitman, W. Blake, Rilke..., representa con claridad aquello que el hombre pretende cuando se empeña en el sagrado quehacer de la poesía. Él mismo nos lo explicó de esta hermosa manera:

"Ese hombre de cabellera dispersa, no es otra cosa que el exhumador de un mundo antes irredento. Ha aprendido, sufriendo, fórmulas mágicas que los otros desconocen: conjuros para evocar y recrear las danzas interiores.

Razas sordomudas, perdidas en sus parajes profundos, cobran voz bruscamente y, desde el valle dormido bajo la niebla, ese coral suena iluminando regiones desoladas o magníficas.

Así, hasta que toda la tierra se convierte en eco". (3), (4), (5).

SUBNOTAS

(1) Sabemos que las aportaciones, las innovaciones de los simbolistas franceses, no son el resultado de una evolución simplemente literaria o formal (en el sentido lingüístico que hoy se entiende), sino de su contacto con las fuentes esotéricas finiseculares, que ya venían conformándose desde las décadas románticas, a raíz del fracaso que el raciocinio puro significaba para las más íntimas aspiraciones humanas. Este mismo interés por el esoterismo, la magia, las doctrinas ocultas, lo encontramos en los surrealistas.

Pero, por otra parte, sería erróneo considerar a Cirlot como un simple heredero de Verlaine, Baudelaire o Rimbaud. Ya cumplen este papel los modernistas y, en nuestro tiempo, los neodecadentistas del postmodernismo. Su naturaleza de meros imitadores se evidencia en la ausencia de profundidad y en el excesivo cultivo de la parafernalia. Juan Eduardo, no; él bebe en las fuentes de sí mismo y de una tradición muy antigua, que se ven avocadas a la identidad. Tampoco me parece acertado encuadrarlo dentro de las tendencias surrealistas tardías de la postguerra española. Del surrealismo, él toma, entre otras cosas, la asociación libre, confiado en el mundo simbólico que todo lo subyace y que en todo se representa. Todo es símbolo. Pero es preciso saber abrir las puertas que conducen hasta ese símbolo que está en todo. Porque, a pesar de que el símbolo lo invade todo, está en todo, es todo, no es accesible a cualquier conciencia, lo mismo que la luz, que también invade todo, está en todo, es todo, no es visible para todos los ojos. La coherencia dimana de la unidad que subyace el universo, no de un programa preconcebido. El trabajo del poeta es convocar ese universo de símbolos, hacerlo visible y brindarlo a la posibilidad del conocimiento. Cirlot utiliza, por tanto, ciertos "instrumentos" similares a los de los surrealistas; pero, como dice Clara Janés en su prólogo a la "Obra Poética" (Ed. Cátedra), "Los resultados son muy distintos por ser también distintos los puntos de partida (...) En la poesía surrealista francesa, que es informe, la base principal es la imagen, que pone en contacto los mundos más dispares y hace saltar la chispa de lo surreal. En la poesía de Cirlot (...) la base inicial está en la polivalencia simbólica de la imagen; no se trata, pues, de hacer saltar una chispa (...). Si en el surrealismo no se pueden buscar significados ocultos, en la obra de Cirlot se perciben continuamente ecos de ocultos significados".

(2) Pierre Deghaye, "Jacob Boheme y sus seguidores" (en "Espiritualidad de los movimientos esotéricos modernos", compilado por Antoine Faivre y Jacob Needleman. Ed. Paidós. Barcelona, 2000)

(3) Tomado de la "Obra Poética" de Juan-Eduardo Cirlot (Ed. Cátedra), recopilada y prologada por Clara Janés.

(4) Queremos dar las gracias al poeta y filósofo J.A. Antón Pacheco, que nos facilitó el cuadernillo "7 homenajes", encontrado en sus magníficas incursiones por librerías de viejo.

(*) Nos hemos atenido lo más fielmente posible a los colores que figuran en la edición original. También hemos respetado la ortografía del texto acorde con las normas de la época.



Artículo aparecido en la revista literaría El fantasma de la glorieta

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