/ El establo de Pegaso: Félix Francisco Casanova

sábado, 12 de julio de 2008

Félix Francisco Casanova



Un adolescente aburrido
es, ciertamente, un paisaje
muy triste,
y aún más
sabiendo que hay mujeres
que duermen
con la boca abierta
y docenas de parejas
que hacen el amor
en chino, francés, árabe
o en el idioma
de los delfines.
Por eso hay tantas butacas
en los cines
y tantas camas en las casas.

Y es que la inteligencia
es érótica
y el arte perfecto
el orgasmo (La misma vieja historia).


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A veces, cuando la noche me aprisiona
suelo sentarme frente a una cabina
telefónica
y contemplo las bocas que hablan
para lejanos oídos.
Y cuando el hielo de la soledad
me ha desvenado, los barrenderos moros

canturrean tristemente
y las estrellas ocupan su lugar,
yo acaricio el teléfono
y le susurro sin usar monedas.


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Los relojes me quieren mal
como al hacer el amor por dinero
me venden un tiempo gastado,
una botella que sólo guarda
el perfume de su licor.

Y así, un vaso de fiebre,
un largo termómetro
como el brazo pálido de un muerto,
me hunden en los sueños sin retorno,
me arrancan el rostro como a un
derrotado boxeador (Síndrome nº 3)


Félix Francisco Casanova (1956–1976)

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