/ El establo de Pegaso: Las series del druida

sábado, 10 de mayo de 2008

Las series del druida


La enseñanza de los druidas era oral y las lecciones que impartían tenían forma de diálogo. Con frecuencia empleaban el enigma y el símbolo. Los aprendices memorizaban infinidad de versos sobre los dioses, la inmortalidad del alma, astros y revoluciones sidéreas o la naturaleza.
Este canto es un diálogo pedagógico entre un druida y un niño, y contiene una especie de recapitulación, en doce preguntas y doce respuestas, de las doctrinas druídicas.
El alumno pide al maestro que le cante la serie de los números, desde el uno hasta el doce, para que así pueda aprenderlos. El arraigo de este tipo de series es tan grande que, en algunos lugares de la Baja Bretaña, las madres continúan enseñando a sus hijos este canto misterioso y sagrado.
Yo lo escuché por primera vez hace muchos años, en Radio 3, y me pareció tan sugerente que contacté con el programa, Diálogos 3, y les pedí información. Todavía conservó la fotocopia que me enviaron y forma parte de mi baúl de tesoros. Hubo un tiempo en que me la sabía de memoria, porque entre otras cosas, es un excelente ejercicio nemotécnico.

El druida y el niño

El druida
-Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?
El niño
-Cántame la serie del número uno, hasta que hoy la aprenda yo.
El druida
-No hay serie del número uno: la Necesidad única, el Óbito, padre del Dolor; nada antes, nada más.
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?
El niño
-Cántame la serie del número dos, hasta que hoy la aprenda yo.
El druida
-Dos bueyes uncidos a un caparazón. Ellos tiran, ¡qué maravilla!
No hay serie del número uno: la Necesidad única, el Óbito, padre del Dolor; nada antes, nada más.
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?
El niño
-Cántame la serie del número tres, hasta que hoy la aprenda yo.
El druida
-Tres partes en el mundo hay, tres comienzos y tres fines, tanto para el hombre como para el roble.
Tres reinos de Merlín llenos de frutas de oro, de flores brillantes y de pequeños que ríen.
Dos bueyes uncidos a un caparazón...
No hay serie del número uno: la Necesidad única…
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?
El niño
-Cántame la serie del número cuatro, hasta que hoy la aprenda yo.
El druida
-Cuatro piedras de afilar, piedras de afilar de Merlín, que afilan las espadas de los valientes.
Tres partes en el mundo hay…
Dos bueyes uncidos a un caparazón…
No hay serie del número uno…
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?
El niño
-Cántame la serie del número cinco, hasta que hoy la aprenda yo.
El druida
-Cinco zonas terrestres; cinco edades en la duración del tiempo, cinco peñas sobre nuestra hermana.
Cuatro piedras de afilar…
Tres partes en el mundo hay…
Dos bueyes uncidos a un caparazón…
No hay serie del número uno…
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?
El niño
-Cántame la serie del número seis, hasta que hoy la aprenda yo.
El druida
-Seis niños de cera, vivificados por la energía de la luna; si tú lo ignoras, yo lo sé.
Seis plantas medicinales en el pequeño caldero; el enanito mezcla la pócima, con el dedo meñique en la boca.
Cinco zonas terrestres…
Cuatro piedras de afilar…
Tres partes en el mundo hay…
Dos bueyes uncidos a un caparazón…
No hay serie del número uno…
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?
El niño
-Cántame la serie del número siete, hasta que hoy la aprenda yo.
El druida
-Siete soles y siete lunas; siete planetas, comprendida la Gallina. Siete elementos con la harina del aire (los átomos)
Seis niños de cera…
Cinco zonas terrestres…
Cuatro piedras de afilar…
Tres partes en el mundo hay…
Dos bueyes uncidos a un caparazón…
No hay serie del número uno…
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?
El niño
-Cántame la serie del número ocho, hasta que hoy la aprenda yo.
El druida
-Ocho vientos que soplan; ocho fuegos con el Gran Fuego, encendidos, el mes de mayo, en la montaña de la guerra.
Ocho terneras blancas como la espuma, que pacen la hierba de la isla profunda; las ocho terneras blancas de la Señora.
Siete soles y siete lunas…
Seis niños de cera…
Cinco zonas terrestres…
Cuatro piedras de afilar…
Tres partes en el mundo hay…
Dos bueyes uncidos a un caparazón…
No hay serie del número uno…
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?
El niño
-Cántame la serie del número nueve, hasta que hoy la aprenda yo.
El druida
-Nueve manitas blancas sobre la mesa de la era, cerca de la torre de Lezarmeur, y nueve madres que mucho gimen.
Nueve Korrigan que danzan con flores en el pelo y vestidas de lana blanca, alrededor de la fuente, a la luz de la luna llena.
La jabalina y sus nueve jabatos, en la puerta de su revolcadero, gruñendo y hozando, hozando y gruñendo. ¡Pequeños! ¡Corred al manzano!, el viejo jabalí os va a dar la lección.
Ocho vientos que soplan…
Siete soles y siete lunas…
Seis niños de cera…
Cinco zonas terrestres…
Cuatro piedras de afilar…
Tres partes en el mundo hay…
Dos bueyes uncidos a un caparazón…
No hay serie del número uno…
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?
El niño
-Cántame la serie del número diez, hasta que hoy la aprenda yo.
El druida
-Diez navíos enemigos que han sido vistos procedentes de Nantes: ¡Ay de vosotros, hombres de Vannes!
Nueve manitas blancas …
Ocho vientos que soplan…
Siete soles y siete lunas…
Seis niños de cera…
Cinco zonas terrestres…
Cuatro piedras de afilar…
Tres partes en el mundo hay…
Dos bueyes uncidos a un caparazón…
No hay serie del número uno…
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?
El niño
-Cántame la serie del número once, hasta que hoy la aprenda yo.
El druida
-Once sacerdotes armados que vienen de Vannes con las espadas quebradas. Y con la ropa ensangrentada y muletas de avellano: de trescientos sólo ellos once.
Diez navíos enemigos…
Nueve manitas blancas …
Ocho vientos que soplan…
Siete soles y siete lunas…
Seis niños de cera…
Cinco zonas terrestres…
Cuatro piedras de afilar…
Tres partes en el mundo hay…
Dos bueyes uncidos a un caparazón…
No hay serie del número uno…
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?
El niño
-Cántame la serie del número doce, hasta que hoy la aprenda yo.
El druida
-Doce meses y doce signos; el penúltimo, Sagitario, dispara su flecha de un dardo provista. Los doce signos están en guerra. La buena Vaca, la Vaca Negra que lleva una estrella blanca en la frente, sale del bosque de los Despojos. En su pecho lleva el dardo de la flecha; la sangre le corre a mares. Ella muge, con la cabeza levantada.
Suena la trompa. Fuego y trueno; lluvia y viento. Trueno y fuego; nada; nada. Nada más ni serie alguna.
Once sacerdotes...
Diez navíos enemigos…
Nueve manitas blancas …
Ocho vientos que soplan…
Siete soles y siete lunas…
Seis niños de cera…
Cinco zonas terrestres…
Cuatro piedras de afilar…
Tres partes en el mundo hay…
Dos bueyes uncidos a un caparazón…
No hay serie del número uno: la Necesidad única, el Óbito, padre del Dolor; nada antes, nada más.

Este canto está recogido en uno de los capítulos del libro El Misterio Celta de Hersart de la Villemarqué, publicado por José J. de Olañeta, editor.


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