Para mi los libros de Monterroso son los libros de bolsillo por excelencia. Y no por su encuadernación o su tamaño sino por el placer y el estimulo que supone llevarlos contigo a cualquier parte para leer, puede ser al azar, alguno de sus textos y quedarte durante un minuto o cinco, a veces más, (depende del día), saboreando su contenido y reflexionando.
Durante un tiempo llevé alguno de sus libros en mis viajes en tren, lo abría, leía el texto y me quedaba mirando como el paisaje se fundía con las palabras de Monterroso.
En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra.
Fue fusilada.
Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.
Así, en los sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura.
La fe y las montañas
Al principio la fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios.
Pero cuando la fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.
La buena gente prefirió entonces abandonar la fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio.
Cuando en la carretera se produce un derrumbe bajo el cual mueren varios viajeros, es que alguien, muy lejano o inmediato, tuvo un ligerísimo atisbo de fe.
Augusto Monterroso. La oveja negra y demás fábulas
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Entrevista a Augusto Monterroso
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