/ El establo de Pegaso: Hilda Doolittle (H. D.) poema

viernes, 5 de junio de 2009

Hilda Doolittle (H. D.) poema

El templo del acantilado



I

Amplio portal brillante,
borde de roca,
rocas fijadas en salientes largos,
fijadas al oscuro, plateado granito,
a una roca más clara
—un corte limpio, blanco contra blanco.

Ninguna cabra, arriba
—arriba—, trepa, ni oveja alguna
pisa tu suave hierba;
te alzas, borde del mundo,
pilar celeste.

El mundo se elevó:
estamos junto al cielo;
sobre nosotros chillan los halcones,
planean las gaviotas
—el terrible oleaje queda mudo
desde este lugar.

Abajo, al filo de la roca,
donde la tierra es presa de fisuras
del roto acantilado,
un arbusto resiste al vendaval,
se dobla —pero huelen
sus blancas flores a esta altura.

Y bien abajo,
ruge el viento:
silba, retumba,
gruñe —aplasta la hierba
con su gran pie.


II

Dije:
¿debo seguirte siempre, siempre,
a través de las piedras?
Casi te alcanzo. Escapas:
corres más que mi mano.


Me asombraste.
Grité: querido, bello, misterioso
—pulpa blanca de mirto.

Me astillé y desgarré:
el sendero ascendía
más veloz que mis pies.

Si un demonio pudiera vengar este dolor,
le lloraría —si un fantasma pudiera,
gritaría, oh maldad,
sigue a este dios,
ríete de su mal y de su vicio.


III

¿Me tiro desde aquí,
salto, y así estaré contigo?
¿Me dejaré caer, amado, amado,
unidos los tobillos?
¿Te daría yo pena, oh pecho blanco?

Si despertara, ¿te daría pena,
se encontrarían nuestros ojos?

¿Te has dado cuenta,
sabes cómo subí por esta roca?
Falta de aliento, me incliné hacia fuera,
tambaleante entre los arrayanes.

Dios del acantilado, ¿te das cuenta
de lo lejos que están los bordes de tu casa,
cuánto tuve que andar?


IV

Sobre mí gira el viento.
Estuve ante tu puerta
y yo sé
que tú estás más allá,
más lejos todavía, en otro acantilado. -



The cliff temple


I
Great, bright portal,
shelf of rock,
rocks fitted in long ledges,
rocks fitted to dark, to silver granite,
to lighter rock-
clean cut, white against white.

High -high- and no hill-goat
tramples –no mountain-sheep
has set foot on your fine grass;
you lift, you are the-world-edge,
pillar for the sky-arch.

The world heaved —
we are next to the sky;
over us, sea-hawks shout,
gulls sweep past —
the terrible breakers are silent
from this place.

Below us, on the rock-edge,
where earth is caught in the fissures
of the jagged cliflf,
a small tree stiffens in the gale,
it bends — but its white flowers
are fragrant at this height.

And under and under,
the wind booms:
it whistles, it thunders,
it growls - it presses the grass
beneath its great feet.


II
I said:
for ever and for ever, must I follow you
through the stones?
I catch at you — you lurch:
you are quicker than my hand-grasp.

I wondered at you.
I shouted — dear-mysterious-beautiful —
white myrtle-flesh.

I was splintered and torn:
the hill-path mounted
swifter than my feet.

Could a daemon avenge this hurt,
I would cry to him — could a ghost,
I would shout — O evil,
follow this god,
taunt him with his evil and his vice.

III
Shall I hurl myself from here,
shall I leap and be nearer you?
Shall I drop, beloved, beloved,
ankle against ankle?
Would you pity me, O white breast?

If I woke, would you pity me,
would our eyes meet?

Have you heard,
do you know how I climbed this rock?
My breath caught, I lurched forward –
I stumbled in the ground-myrtle.

Have you heard, O god seated on the cliff,
how far toward the ledges of your house,
how far I had to walk?

IV
Over me the wind swirls.
I have stood on your portal
I know —
you are further than this,
still further on another cliff.

Hilda Doolittle (EEUU, 1886-1961)

Traducción colectiva del Taller de Traducción Literaria de la Universidad de La Laguna

2 comentarios:

kokotera dijo...

queridísima, ayer tuve varios encuentros curiosos, relacionados contigo. Todos relacionados con el recital de Karlotti en León. El primero, a la salida, con dos chicas bien guapas que me preguntaron ¿tú eres amiga de Elena Soto?. Hablamos de ti, pero no me acuerdo de sus nombres. Sin embargo, recordaron que habían estado contigo la última vez que pasaste por León.
El segundo, con Lola, otra amiga tuya, que hacía años que no te vía. Me preguntó lo mismo: Oye ¿tú eres amiga de Elena?. No entra mucho en internet, pero le di la dirección de tu blog. y le aseguré que te enviaría besos y recuerdos suyos. Le dije: dame alguna pista, para que te reconozca... Y respondió: Dile que Lola, la original.
Así que todo eso y muchos besos, cariño, y te robo unos versos para la isla de los kokoteros

kokotera dijo...

Cómo me gusta que hayas reconocido a Lola enseguida. Es maravilloso. Gracias por tus sandalias voladoras, las voy a usar mucho este verano. Hoy hablé con el amigo Hilario. Guay. Sigue rescatando continentes perdidos y mirando a las estrellas.Sentí mucha alegría al escucharle por el móvil, sentí más que nunca esa fuerza suya en el intento de convertir en realidad los sueños imposibles. Ojalá que de esta nos descubramos-encontremos todos/as en esa redescubierta Atlantida perdida.
MUUUUUAKSSS