/ El establo de Pegaso: Ibn al-Farid y Dhafer Youssef

jueves, 18 de noviembre de 2010

Ibn al-Farid y Dhafer Youssef

Oda al vino Ibn al Farid y Lamentus de Dhafer Youssef

El poeta místico sufi Ibn al Farid (El Cairo, 1181-1235) y Dhafer Youssef, laudista y vocalista tunecino

“En un instante eterno, el sutil alquimista transmuta en oro el pesado metal de los días, porque antes de que el mundo existiera viña, racimo o uva, ya nuestra alma estaba embriagada de vino inmortal.”; (Ibn al Farid)



Elogio del vino (Al-Jamriyya)

Hemos bebido a la memoria del Bienamado
Un vino que nos ha embriagado
Antes de la creación de la viña.
Nuestro vaso era la luna llena.
Él es un sol; un cuarto creciente lo
Hace circular. ¡Cuántas estrellas
Resplandecen cuando está mezclado!
Sin su perfume no hubiera
Hallado el camino de sus tabernas.
Sin su resplandor, la imaginación
No podría concebirlo.
De él, el tiempo ha conservado tan poco,
Que es como un secreto oculto
En el fondo de los corazones.
Si su nombre es citado en la tribu,
Este pueblo se embriaga sin deshonor
Y sin pecado.
Ha subido poco a poco del fondo
De las jarras y de él, en verdad,
Sólo queda el nombre.
Si un día de él se acuerda
Un hombre, la alegría se apodera de éste y la tristeza se desvanece.
La única visión del sello
Puesto sobre las jarras,
Basta para embriagar a los invitados.
Si regaran con un vino como éste la
Tierra de un sepulcro, el muerto reencontraría
Su alma y su cuerpo sería revivificado.
Extendido a la sombra del muro de su viña,
El enfermo agonizante recobra inmediatamente
Sus fuerzas.
Cerca de sus tabernas, el paralítico
Anda y los muros se ponen a hablar
Al recuerdo de su sabor.
Si las emanaciones de su perfume se
Exhalan en Oriente, un hombre privado
De olfato se vuelve desde Occidente
Capaz de percibirlas.
Aquel que sostiene la copa, la palma untada
De este vino, no se extraviará en la noche;
Sostiene un astro en la mano.
Un ciego de nacimiento que lo recibiera
En su corazón recobraría inmediatamente
La vista. El rumor de su filtro hace
Oír a los sordos.
Si una tropa de jinetes
Que se dirige hacia el terruño que lo
Ve nacer, alguien es mordido por una bestia
Venenosa, el veneno no le afectará.
Si el exorcista traza las letras de su
Nombre en la frente de un poseído, estos
Caracteres lo sanan.
Bordado en la bandera del ejército
Este nombre embriaga a todos los que
Andan bajo el estandarte.
Pule el carácter de los invitados
Y por él se conducen en la vía
De la razón los que no tienen
Entendimiento.
Aquel cuya mano no ha conocido
Nunca la espledidez se torna
Generoso y el que no tenía grandeza
De alma aprende a moderarse
Incluso en la cólera.
Si el más estúpido de los hombres
Pudiera besar la tapa de su aguamanil,
Llegaría a comprender el sentido de sus
Perfecciones.
Me dicen: «Descríbelo, tú que estás
Tan bien informado de sus cualidades».
Sí, en verdad, sé cómo describirlo.
Es una limpidez y no es agua,
Es una fluidez y no es aire,
Es una luz sin fuego y un espíritu sin cuerpo.
Su verbo ha preexistido eternamente
A todas las cosas existentes;
Cuando no había formas ni imágenes.
Por él subsisten aquí
Todas las cosas, pero lo velan
Con sabiduría a quien no comprende.
De él, mi espíritu se ha prendado de
Tal forma que se han mezclado
Los dos íntimamente; pero no es
Un cuerpo que ha entrado en otro cuerpo.
Vino y no viña: tengo a Adán por
Padre. Viña y no vino: su madre es
Mi madre.
La pureza de los vasos, en verdad,
Proviene de la pureza de las ideas;
Y las ideas, es él quien las hace crecer.
Se ha hecho una distinción; pero el todo
es uno; nuestros espíritus son el vino
Y nuestros cuerpos la viña.
Antes que él, no hay «antes»
Y después de él, no hay «después»;
El principio de los siglos ha sido
El sello de su existencia.
Antes que el tiempo fuese, ha estado
Bajo el lagar. El testamento de
Nuestro padre sólo ha venido después
De él; es como un huérfano.
Tales son las bellezas que inspiran
Para loarlo las prosas armoniosas
Y los versos cantarines.
El que aún no lo conoce
Se alegra de oírlo citar, como
El amante de Nou’m al oír el nombre
De Nou’m.
Ellos han dicho: «Has pecado bebiéndolo».
«No ciertamente, sólo he bebido
Lo que, privándome de ello, me hubiera
Hecho culpable».
¡Felices las gentes del monasterio!
¡Cuánto se han embriagado de este vino!
Y sin embargo no lo han bebido, pero
Han tenido la intención de beberlo.
Antes de mi pubertad he conocido su
Embriaguez; todavía estará en mí cuando
Mis huesos sean polvo.
Tómalo puro este vino; o no lo mezcles
Más que con la saliva del Bienamado;
Toda otra mezcla sería culpable.
Está a tu disposición en las tabernas;
Ve a tomarlo en todo su esplendor.
¡Qué bueno es beberlo al son de las
Músicas!
Ya que jamás, en ningún lugar, cohabita
Con la tristeza, como nunca cohabitan
Juntos las penas y los conciertos.
Si te embriagas de este vino, aunque
Sólo sea por una hora, el tiempo será
Tu dócil esclavo y tendrás el poder.
No ha vivido, aquí abajo, aquel que
Ha vivido sin embriaguez y éste
Carece de entendimiento si no ha
Muerto por su embriaguez.
Que llore sobre sí mismo, el que
Ha perdido su vida sin tomar de él su parte.

Ibn al-Farid

Cantus Lamentus de Dhafer Youssef



El tunecino Dhafer Youssef fusiona de forma natural la tradición sufí con el jazz.

3 comentarios:

raùl dijo...

me cae muy bien el señor ibn al farid.hoy mismo voy a tomar unos "calmantes" a su salud.besines para ti . raulin.

Establo Pegaso dijo...

Creo que el vino es una metáfora del impulso místico. Pero corramos un túpido velo. Nosotros no disponemos de esa información, así que interpretemos el poema literalmente y unos buenos lingotazos en su memoria. Y entre nosotros Raúl, yo no sé con qué mezclaría este hombre el vino, pero menudos efectos.
Un abrazo

Anónimo dijo...

doncs jo també sóc d'aquesta confraria
Pep