A Mary Anning
Cada día, Mary camina al paraíso de los dragones voladores y los peces lagarto,
viaja millones de años atrás,
hasta un tiempo profundo habitado por extrañas criaturas.
Durante la tormenta, cuando el oleaje agita las páginas rocosas de la Tierra,
llega la hora de los fósiles.
En compañía de Tray, Mary va hacia los acantilados azules,
sabe que con el vendaval los pterosaurios despliegan las alas
y que las sirenas cisne reptan por la arenisca,
de alguna forma, los monstruos siempre acaban en las manos de Mary.
La tempestad deja a la intemperie las vértebras del Jurásico,
desnuda el tiempo geológico y, también, el dolor,
despeñando a Tray en el abismo.
Hubo un tiempo en que la costa estuvo bajo un mar tropical;
a su manera, ‘Duria Antiquior’ fue un Edén
y los despojos todavía duermen en las rocas
esperando los embates de las olas.
Conchas de moluscos primitivos
se desperezan con la marea baja
y brillan, entre los guijarros de la playa,
como espirales de cuerno de carnero.
Mary guarda en su cesta las reliquias,
algunas las venderá por pocos chelines,
con otras reconstruirá delfines lagarto y serpientes pez.
Hay huesos que encadenan alfabetos
y relatan historias sorprendentes,
muy distintas a las que cuentan los libros sagrados.
Mary ignora, o tal vez no,
que sus seres quiméricos resquebrajan paradigmas,
y que algunas creencias ya están en extinción,
como sus criaturas.
Elena Soto
Portrait of paleontologist with dog
Mary Anning performed daily, along with her dog Tray, risky expeditions on the cliffs of the Dorset coast looking for fossils, a hard and dangerous work that almost cost her life. In 1833, due to a landslide, her dog fell down and she was about to rush to the void.
Mary Anning (1799-1847) fue la primera paleontóloga reconocida como tal además de paleontóloga coleccionista y comerciante de fósiles inglesa, conocida en todo el mundo por los numerosos hallazgos de importancia que realizó en los lechos marinos del período Jurásico en Lyme Regis. Su trabajo, contribuyó al cambio radical en la manera de entender la historia de la Tierra.
Anning no era una simple fosilista, leía todo lo que se publicaba sobre paleontología, diseccionaba peces y sepias comparándolos con los fósiles que encontraba y podía decir mucho de un animal a partir de un solo fragmento; había aprendido por su cuenta más de lo que sabían los expertos de la época.
Pero Anning fue considerada una intrusa en la sociedad científica británica; sufrió una doble discriminación, por ser mujer y por proceder de clase baja. En una sociedad tremendamente clasista, ella no era más que la hija de un carpintero. Si hubiera formado parte de la comunidad científica, probablemente tendríamos mucha más información sobre sus descubrimientos.
Más allá del descubrimiento de especies, sus pruebas paleontológicas contribuyeron a que se dieran cambios fundamentales a principios del siglo XIX en la manera de entender la vida prehistórica y fueron claves para demostrar la extinción, un elemento indispensable para el posterior desarrollo de la teoría de la evolución.
1 comentario:
Me pareció extremadamente interesante esta mujer que no conocía. Tu manera de presentarla en tu bitácora es hermosa y elegante. He disfrutado con la sapiencia que destila, por tanto quedas invitada a mis variopintas bitácoras de poesía, dibujitos, narrativa, microrrelatos y cualquier cosita fuera de las exposiciones habituales.
Cordialmente,
nekyeluswawrila.blogspot.com.es
juanelendekerguelen.blogspot.com.es Y
M o n s ú .
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