sábado, 4 de febrero de 2012
La guadaña entre las flores de Ángel Padilla
El puente de los mártires
1
Con el corazón tañido por relámpagos,
el cosmos en el pecho, el trueno en la garganta
y la primavera en tus ojos de cuatreño,
morirás.
Aun cuando el cuervo blanco sobrevuele tu sima
con el crucifijo de sus alas, aun cuando
del estigma de la corona surjan palomas,
las flores sacien el hambre de tu fosa y al odio
lo hechice el invicto resplandor del amor,
morirás.
Y tu muerte no será la del gorrión dormido
cuyos párpados se cierran en la hierba.
Pues hacia ti sube desde un cuadro de Goya
un español.
2
La fatal semilla brota en tu estrella. Tu memoria
en la llama del justo se exorciza. Florecerá
la luz de tu recuerdo en el ayer: tus astas
frondosas de cielo; tus pezuñas,
raíces en la hierba. Y en el toro del futuro
renacerás.
Cuando el árbol bendiga la hoja al viento, cuando
en el humano amanezca el nuevo humano
y la cizalla busque otro cubil,
volverás.
Volverás de la muerte hacia la vida,
volverás de la sangre hacia las flores
por el puente de muertos de los mártires
que entregamos nuestro hoy por tu mañana.
Los versos del picador
1
Sobre el viejo caballo,
que no es un caballo, que es el mar,
que es un árbol, que es
el viento. Y en la puerta de tierra de la hierba
volverá a llamar en primavera.
Con tu garrocha,
que no es una garrocha, que es un fuego,
que es la nieve cayendo, que es
la muerte. Y en la puerta encendida de las flores
volverá a llamar en el invierno.
Hundes tu brazo de hierro en el toro,
que no es un toro, que es el mundo,
que es tu madre
y es tu pecho. Y en el cielo de tus ojos
volverá a volar cuando no haya nubes de leones.
Picador,
que no eres picador, que eras un prado,
que ahora eres la noche, el hielo.
Y volverás, alba, como un rayo a la nueva hierba,
a iluminar las fosas que creías cumbres.
Una herida en el corazón del mundo,
sangra bosques el cielo,
sangra cielos el hocico del toro,
sangran hierba tus ojos,
sangran estrellas tus labios,
sangra rosas tu cara,
sangra caras tu cara,
caen por ella tus vecinos
y cae por ella la pared de tu casa, tu edificio,
tu ciudad, por tu cara se derrama el mundo
porque tu cara no es tu cara,
es el agujero de la muerte
y bajo tus pies
y bajo las raíces del suelo hueco corren millones de pies
de los muertos inquietos caminando por debajo.
Porque el rugido de tu lanza hace brotar la lágrima en la piedra
y despierta los rojos bisontes de la sangre
en los cadáveres.
Un mugido del toro
y hacia su sangre los que lo queremos caemos talados
y hacia su roja hondura el llanto se despeña
y hacia él caen los prados, las montañas y los cielos,
hacia su pena grande como la lluvia en los desiertos
y quedas solo, picador, en el aire solo,
llenas de sangre tus manos y tu cuerpo,
picador rojo flotando y girante en un viento quieto.
Sin ningún ser a quien zaherir ni matar,
tú verdugo y herida,
herida en el mundo solo y solo
sin cielo
ni raíces.
Enamorado de la muerte, iluminado de infiernos,
tu corazón pare
Vírgenes.
2
Alguien ha conducido a tu anciana madre a la dehesa
dentro de los verdes cercados, entre los toros,
que tu madre no es una mujer, que es la tierra,
que es un bosque, que es el mar, que es
un toro. Y cuando caiga como mujer
y luego se alce a cuatro patas sobre las flores
mugirá una canción de cuna
ante tu losa.
Tú has llegado entre vaqueros, tembloroso tu aguijón,
a la montaña de su cara y con los truenos de tus manos de lluvia
has alzado al toro de tu madre de entre los demás huidizos toros
y no has hundido tu garrocha sobre su negra testuz
porque no veías en ella a un toro sino a una mujer.
Pero en el toro jamás verás
(y en él habita, como en la mariposa la oruga
o en la rama gris, la hoja)
a tu madre.
Sobre el viejo caballo.
Otro mugido del toro. Helado.
Rojo.
Sobre el viejo caballo.
Que no eres un picador.
Eras la hierba.
Sobre el viejo caballo.
Que no es un caballo.
Lluvia.
Arriba de la vida.
La muerte.
La muerte.
Ángel Padilla (Valencia, 1970)
En breve saldrá editada la versión definitiva de "La guadaña entre las flores"
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Ángel Padilla
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