/ El establo de Pegaso: Gustavo Pereira

martes, 19 de enero de 2010

Gustavo Pereira

Sucede que las ondas electromagnéticas temen a las aguas del océano



Y son entendibles sus razones. Por más alta que sea su frecuencia, éste las amortigua, las desvanece, las aniquila, como hace con los rayos de luz y con los náufragos irrecuperables. Ni siquiera el láser, tan pertinaz, puede traspasar la barrera de reflexiones, refracciones y absorciones de los fondos marinos, en donde anidan, tenaces y desvelados, los concertistas de las profundidades y las sombras eternas. Sólo por canales hasta ahora secretos pueden viajar las ondas acústicas llevando y trayendo los llamados de las centollas, el traqueteo de los crustáceos como si fueran ametralladoras disparadas al mismo tiempo en un cuarto de vidrio, los tambores de los peces errabundos, los silbidos de las grandes ballenas y la lengua dulce y entrañable de los delfines.

Eso pasa con mi amor por ti, hasta ahora secreto, porque teme la incertidumbre de tus aguas.



Sobre navegantes solitarios

A Lucila Velásquez

Los dispositivos de los barcos para la navegación solitaria funcionan con frecuencia a destiempo. Las técnicas de recepción, por ejemplo, no identifican sino a sombras. Las señales de satélite vuelan en órbitas tan bajas que el ecuador está siempre distante y las sondas acústicas no miden profundidades sino abismos insondables. En alta mar, cuando los lugares son siempre los mismos, el navegante solitario es el único ser que en el planeta, fuera de la gran ballena, se alimenta de resonancias: cada andrajo del océano puede ser la última visión


Un somari para Robert Burns


Las rosas languidecían en Edimburgo
cuando Robert Burns bajó de su estatua
cansado de la helada y de la escarcha y de los mismos
banqueros escoceses

Las aguas de la bahía arrastraban témpanos y despojos y tristes ceremonias
que despedían amores y botellas de rotos corazones

Burns amaba las visiones
Buscaba un vientre cálido donde conjurar la tristeza
y un error en el traje de las apariencias

Edimburgo era despeñadero de bruma

O un ángel en el atardecer.

Somari de los soñadores


Gustavo Pereira (Punta de Piedras,1940) integró el grupo Símbolo y fue director-fundador de la revista Trópico Uno.

2 comentarios:

Luz dijo...

Me sorprende este poeta! Gracias por subirlo, no lo conocía.

Anónimo dijo...

Hola, sólo oí una sola vez el nombre de este hombre, gustavo pereira, soñé con él, me miraba fijamente a los ojos. ¿ cómo puede ser si nunca en mi vida lo he visto y apareció ante mi vista tan real? Ni siquiera tenia idea de quien era.

Oriana.c1991@hotmail.com