miércoles, 1 de febrero de 2017
Titán, la enigmática luna de Saturno
Titán, la enigmática luna de Saturno
En Titán, calentado por una manta de hidrógeno,
los volcanes helados arrojan amoniaco
arrancado de un corazón gélido. Lavas
líquidas y heladas sostienen un imperio
más grande que Mercurio, y que se parece un poco
a la primitiva Tierra: llanuras asfálticas y calientes
estanques minerales. Pero
cómo me gustaría tomar las aguas de Titán, bajo
ese cielo surcado por el humo
donde el suelo está borroso por la neblina rojo cereza
y arriba, como vientres flotantes,
nubes
elevándose y moviéndose, de las que llueve
sopa primigenia, mientras la vida espera en las alas.
Diane Ackerman
Titan, the enigmatic moon of Saturn
On Titan, warmed by a hydrogen blanket,
ice-ribbed volcanoes jet ammonia
dredged out of a glacial heart. Liquid
and frozen assets uphold an empire
bigger than Mercury, and even a little
like primitive Earth: asphalt plains and hot
mineral ponds. But
how I’d like to take the waters of Titan, under
that fume-ridden sky,
where the land’s blurred by cherry mist
and high above, like floating wombs,
clouds
tower and swarm, raining down primeval
bisque, while life waits in the wings.
Diane Ackerman versión en inglés
Venus
Bajo llave y perpetuo,
un silbido giratorio
de rayas blancas
a su alrededor; tafetán
una toca como el manto de una monja;
Una voluptuosa fulana con una boa rosa;
Momia con negros
sedimentos disecados en su interior; estrella avispa
para los galileos Mayas;
Un paciente ambulatorio
Envuelto en gasa postoperatoria;
Cleopatra en agosto-
Su carne ondulada
en un espejismo de calor
a años luz
de Alejandría;
Pulpa blanca pegajosa
con forma de espiga
a través del vientre de una larva;
La perfecta cortesana:
servicial, insensible,
plegada con enigmas,
Venus silenciosamente muta
En su torre de marfil.
En lo profundo de este
libidinoso albedo
hay temperaturas tan altas
que hierve el plomo,
presiones
90 veces más rigurosas
que las de la Tierra.
Y a pesar de las capas de nubes
y de los estratos de calina
parecen respirar
como fuelles gigantes,
que exhalan y suspiran
cada 4 días,
el capullo venusiano
no es una alegre crisálida
que cría una libélula
o que infunde vida
a una retraída larva
sino una jadeante atmósfera
de cuarenta millas de grosor
de ácido sulfúrico, clorhídrico
y fluorhídrico
transpirando todo
como un terrario global,
letal, ácido, absorto en sí mismo.
Ningún musgo esfagno
Ni helecho polipodio por aquí
Donde los vapores candentes
Y la bilis rosada
recuerdan el incendio
con el que comenzó el Universo.
Venus
Low-keyed and perpetual,
a whirling sylph
whose white robe stripes
around her; taffeta
wimpled like a nun’s headcloth;
a buxom floozy with a pink boa;
mummy, whose black
sediment desiccates within; wasp-star
to Mayan Galileos;
an outpatient
wrapped in post-operative gauze;
Cleopatra in high August–
her flesh curling
in a heat mirage
lightyears
from Alexandria;
tacky white pulp
spigoted
through the belly of a larva;
the perfect courtesan:
obliging, thick-skinned,
and pleated with riddles,
Venus quietly mutates
in her ivory tower.
Deep within that
libidinous albedo
temperatures are hot enough
to boil lead,
pressures
90 times more unyielding
than Earth’s.
And though layered cloud-decks
and haze strata
seem to breathe
like a giant bellows,
heaving and sighing
every 4 days,
the Venerean cocoon
is no cheery chrysalis
brewing a damselfly
or coaxing life
into a reticent grub,
but a sniffling atmosphere
40 miles thick
of sulphuric, hydrochloric,
and hydrofluoric acids
all sweating
like a global terrarium,
cutthroat, tart, and self-absorbed.
No sphagnum moss
or polypody fern here,
where blistering vapors
and rosy bile
hint at the arson
with which the Universe began.
Diane Ackerman. The Planets: A Cosmic Pastoral
Etiquetas:
Diane Ackerman
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