jueves, 26 de noviembre de 2009
El Canto del arpista
Las generaciones se desvanecen y pasan, otras ya son polvo desde el tiempo de los ancestros.
Los dioses antiguos reposan en sus pirámides.
Los nobles y los bienaventurados están enterrados en sus tumbas. Y ya no existe el lugar donde edificaron sus casas.
¿Qué ha sido de ellas?
He escuchado las palabras de Imhotep y de Hardedef
son proverbios que han sobrevivido al paso del tiempo.
¿Qué ha sucedido con sus moradas?
Los muros se han desplomado, han desaparecido como si nunca hubieran existido.
Ninguno vuelve de allá abajo para contarnos su suerte, ni lo que necesitan, ni para tranquilizar nuestro corazón hasta que lleguemos a ese lugar donde ellos ya han llegado.
Asi pues, que tu corazón se calme. El olvido es favorable.
Se fiel a tu espíritu en la medida de lo posible.
Unge tu frente con mirra, vístete con lino fino, perfúmate con los ungüentos
que ofrendas a los dioses.
Disfruta para que tu espíritu no languidezca.
Sigue tu deseo y tu felicidad.
No inquietes tu corazón hasta el día en que llegue el lamento fúnebre.
Aquel cuyo corazón está cansado no oye su grito. Y su grito a nadie salva de la tumba.
Haz, pues, de cada día una celebración y no te sientas harto.
pues nadie lleva consigo sus bienes.
y ninguno de los que se han ido regresa.
El Canto del arpista es un poema egipcio que apareció en la capilla funeraria del faraón Intef (siglo XVI a. C.) y recibe este nombre por estar escrito junto a la imagen de un músico tocando el arpa. Este tipo de composiciones, conservadas en las tumbas, estelas y papiros, se interpretaban con acompañamiento musical en diferentes celebraciones, entre ellas los banquetes funerarios.
No deja de ser curioso la idea de vive el momento en una cultura que siempre se le ha relacionado con el más allá.
"No inquietes tu corazón hasta el día en que llegue el lamento fúnebre", puede ser una buena consigna.
Etiquetas:
poesía egipcia
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