POL POT
“Me bebí un gran vaso de alcohol mezclado con hígado
humano y después me dediqué a disparar durante todo el día”
Nuon Sary (joven jemer rojo)
También el amante es un viejo e imbécil Pol Pot,
un asesino de sueños.
Los mapas del crimen
-tan tupido el manglar en un siglo de ponzoña-
apagan bajo la infamia de sus pliegues
el relieve corroído de los sentimientos:
hasta dos millones de camboyanos muertos
habitan en la voz inerte de una mujer
enamorada y frágil como un campo de arroz.
¿Hacia dónde huyó el tigre arrogante de sus selvas?
¿En qué bosques remotos se pudren ahora el índigo,
el cinamomo y un sinfín de maderas preciosas?
El desdén de un solo hombre basta para asolar
tanta belleza, tanto sentir exuberante,
y desatar monzones, como un ejército
de jemeres borrachos que orinasen sobre el amor
hasta trazar en su amada el más nervioso
Mekong de las tristezas.
Así que no dudéis:
también el amante es un Pol Pot enajenado,
un verdugo y un fantoche, un ridículo cadáver
a la orilla de un paipai sobre la almohada.
que una mujer ha dicho a un hombre
las más hermosas siguen siendo:
«Déjame ser tu puta»”.
José María Álvarez
Hasta la ciudad proscrita, en la periferia del territorio, bajaban los mineros y los funcionarios, los maestros en fuegos de artificio y los sanguinarios delincuentes, alienados todos por el brillo de esa mujer de mimbre.
Y mientras el camarada Mao se entretenía en las fuentes retiradas del Yang-Tse, oficiaba ella sus artes en la inmensa superficie donde se ajusticiaba y celebraban los ritos nupciales, apartando las ratas y la podredumbre.
En su desnudez de carmín y de rasos azules, la hetaira inolvidable apretaba sus piernas alrededor de la boca de los poetas hasta exprimir el zumo acre que exudan la pasión y la mentira.
Su éxtasis, ora como un galope sobre corcel revestido de oleos y tatuajes, ora como una serpiente afónica y quebrada, fingía un útero viscoso donde se fecundaban los himnos de gloria y las campanas funerales.
Mucho después, cuando el camarada Mao regresaba de los confines ignotos del imperio y se recostaba al lado de la cortesana Jiang Qing -infantil peluche-, felicitábase la grey al admirar esa armonía y las promesas de tan bellísimo vientre.
Pol Pot y Jiang Quiang pertenecen al libro de Ignacio Fernández Lógica borrosa, editado por la Diputación de León, en
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