/ El establo de Pegaso: octubre 2010

domingo, 24 de octubre de 2010

Mark Strand



Una mañana

La he llevado conmigo cada día: aquella mañana
en que saqué la barca de mi tío de la caleta oscura
con rumbo a Mother Island.
Pequeñas olas salpicaban el casco
y el crujido hueco del remo y el escálamo se alzaba
sobre bosques de pino negro encostrados de liquen.
Me deslicé como una estrella oscura, a la deriva sobre la otra
mitad hundida del mundo, hasta que, inducido por algo lejano,
miré por encima de la borda y vi. bajo la superficie
una estancia luminosa, una tumba iluminada, vi por primera vez
el único sitio claro que nos es dado cuando estamos solos.

Versión de Julián Jiménez Heffernan tomada de Letras Libres, espacio en el que se pueden leer más poemas de este autor.

Mark Strand leyendo Man and Camel



On the eve of my fortieth birthday
I sat on the porch having a smoke
when out of the blue a man and a camel
happened by. Neither uttered a sound
at first, but as they drifted up the street
and out of town the two of them began to sing.
Yet what they sang is still a mystery to me—
the words were indistinct and the tune
too ornamental to recall. Into the desert
they went and as they went their voices
rose as one above the sifting sound
of windblown sand. The wonder of their singing,
its elusive blend of man and camel, seemed
an ideal image for all uncommon couples.
Was this the night that I had waited for
so long? I wanted to believe it was,
but just as they were vanishing, the man
and camel ceased to sing, and galloped
back to town. They stood before my porch,
staring up at me with beady eyes, and said:
"You ruined it. You ruined it forever."

Mark Strand (Prince Edward Island, Canada, 1934)

jueves, 21 de octubre de 2010

Anne Sexton


Sólo una vez


Sólo una vez supe para qué servía la vida.
En Boston, de repente, lo entendí,
camine junto al río Charles,
observé las luces mimetizándose,
todas de neón, luces estroboscópicas, abriendo
sus bocas como cantantes de ópera;
conté las estrellas, mis pequeñas defensoras,
mis cicatrices de margarita, y comprendí que paseaba
mi amor
por la orilla verde noche y lloré
vaciando mi corazón hacia los coches del este y lloré
vaciando mi corazón hacía los coches del oeste y lleve
mi verdad sobre un pequeño puente encorvado
y apresuré mi verdad, su encanto, hacia casa
y atesoré estas constantes hasta el amanecer
sólo para descubrir que se habían ido.

Just Once

Just once I knew what life was for.
In Boston, quite suddenly, I understood;
walked there along the Charles River,
watched the lights copying themselves,
all neoned and strobe-hearted, opening
their mouths as wide as opera singers;
counted the stars, my little campaigners,
my scar daisies, and knew that I walked my love
on the night green side of it and cried
my heart to the eastbound cars and cried
my heart to the westbound cars and took
my truth across a small humped bridge
and hurried my truth, the charm of it, home
and hoarded these constants into morning
only to find them gone.

Anne Sexton (Anne Gray Harvey) (Massachusetts: 1928-Boston: 1974)
Poemas de amor. Traducción e introducción de Ben Clark. Linteo poesía




Wanting To Die

Since you ask, most days I cannot remember.
I walk in my clothing, unmarked by that voyage.
Then the most unnameable lust returns.

Even then I have nothing against life.
I know well the grass blades you mention
the furniture you have placed under the sun.

But suicides have a special language.
Like carpenters they want to know which tools.
They never ask why build.

Twice I have so simply declared myself
have possessed the enemy, eaten the enemy,
have taken on his craft, his magic.

In this way, heavy and thoughtful,
warmer than oil or water,
I have rested, drooling at the mouth-hole.

I did not think of my body at needle point.
Even the cornea and the leftover urine were gone.
Suicides have already betrayed the body.

Still-born, they don't always die,
but dazzled, they can't forget a drug so sweet
that even children would look on and smile.

To thrust all that life under your tongue! --
that, all by itself, becomes a passion.
Death's a sad bone; bruised, you'd say,

and yet she waits for me, year and year,
to so delicately undo an old would,
to empty my breath from its bad prison.

Balanced there, suicides sometimes meet,
raging at the fruit, a pumped-up moon,
leaving the bread they mistook for a kiss,

leaving the page of a book carelessly open,
something unsaid, the phone off the hook
and the love, whatever it was, an infection.


Deseando morir

Ahora que lo preguntas, la mayor parte de los días no puedo recordar.
Camino vestida, sin marcas de ese viaje.
Luego la casi innombrable lascivia regresa.

Ni siquiera entonces tengo nada contra la vida.
Conozco bien las hojas de hierba que mencionas,
los muebles que has puesto al sol.

Pero los suicidas poseen un lenguaje especial.
Al igual que carpinteros, quieren saber con qué herramientas.
Nunca preguntan por qué construir.

En dos ocasiones me he expresado con tanta sencillez,
he poseído al enemigo, comido al enemigo,
he aceptado su destreza, su magia.

De este modo, grave y pensativa,
más tibia que el aceite o el agua,
he descansado, babeando por el agujero de mi boca.

No se me ocurrió exponer mi cuerpo a la aguja.
Hasta la córnea y la orina sobrante se perdieron.
Los suicidas ya han traicionado el cuerpo.

Nacidos sin vida, no siempre mueren,
pero deslumbrados, no pueden olvidar una droga tan dulce
que hasta los niños mirarían con una sonrisa.

¡Empujar toda esa vida bajo tu lengua!
que, por sí misma, se convierte en pasión.
La muerte es un hueso triste, lleno de golpes, dirías,

y a pesar de todo ella me espera, año tras año,
para reparar delicadamente una vieja herida,
para liberar mi aliento de su dañina prisión.

Balanceándose allí, a veces se encuentran los suicidas,
rabiosos ante el fruto, una luna inflada,
Dejando el pan que confundieron con un beso

Dejando la página del libro abierto descuidadamente
Algo sin decir, el teléfono descolgado
Y el amor, cualquiera que haya sido, una infección.

El Asesino y Otros poemas. Icaria Editorial. Traducción de Jonio González y Jorge Ritter.

Peter Gabriel dedicó a Anne Sexton el tema "Mercy Street", que aparece en su álbum So (1986)

sábado, 16 de octubre de 2010

Mystery meat

En Explosió de Cati Bauçà

“.el Sapo no se ahoga
aunque baje hasta el fondo del río de las estrellas,
y la Liebre vive vida eterna
mordisqueando sus hierbas hechizadas.”
TU FU

Mystery meat
La carne misteriosa huele a la carne misteriosa
aunque ésta se oculte en la parte trasera de la casa
aunque se entierre con llaves de vigilia bajo un manto de musgo.
Los ojos de la cabra nunca engañarían a la cría ansiosa que busca el alimento,
ni podría desdecirse la tormenta de haber sido tormenta.
Así es la ley atroz de las espigas
que entregan su fruto
a bocas que nunca han bendecido el grano.
Así es la ley tibia de las madrigueras
que cobijan en silencio los corazones agazapados de cachorros
alumbrados de la carne misteriosa,
por la carne misteriosa.
Un lecho de palabras,
un curso casi fluvial de coincidencias,
una gestación que ignora los tiempos del odio.
Es la ley sagrada de la carne
que no sabe de senderos trazados
y se adentra arrastrándose
atajando ciega los desfiladeros misteriosos
entre hoces y vértebras.
Es la ley.
En vano espera la paloma a que el cuervo le responda a los arrullos,
en vano aguarda el surco a que lo siembren
pero sucede a veces el absurdo
y el cuervo gorjea a la paloma y la cubre con sus alas,
y la carne se entierra, se pudre y resucita.
Y la ley pare seres que huelen a tierra, a cuervo y a paloma.
Se amantan de ubres que no ves
de alimento amasado en días de tormenta.
Es la ley.
Luz ázima que alimenta el éxodo,
trémula y amarga como el pábilo que anuncia tiempos oscuros
y señala con penumbras la morada de la carne.

Recuerda piel la carne misteriosa
acre y oscura como hojas de tejo.

Elena Soto del libro Métricas del alma. Editorial Torremozas

miércoles, 13 de octubre de 2010

Billy Collins

Diseño



Derramo una capa de sal sobre la mesa
y trazo un círculo con mi dedo.
Este es el ciclo de la vida
le digo a nadie.
Esta es la rueda de la fortuna,
el Círculo Ártico.
Este es el anillo de Kerry
y la rosa blanca de Tralee
les digo a los fantasmas de mi familia,
los padres muertos,
la tía que se ahogó,
mis hermanos y hermanas venideros,
mis hijos por venir.
Este es el sol con sus rayos relucientes
y la luna amarga.
Este es el círculo absoluto de la geometría
le digo a la hendidura en la pared,
a los pájaros que cruzan la ventana.
Esta es la rueda que acabo de inventar
para rodar por el resto de mi vida
y lo digo
tocando mi lengua con el dedo.


Design

I pour a coating of salt on the table
and make a circle in it with my finger.
This is the cycle of life
I say to no one.
This is the wheel of fortune,
the Arctic Circle.
This is the ring of Kerry
and the white rose of Tralee
I say to the ghosts of my family,
the dead fathers,
the aunt who drowned,
my unborn brothers and sisters,
my unborn children.
This is the sun with its glittering spokes
and the bitter moon.
This is the absolute circle of geometry
I say to the crack in the wall,
to the birds who cross the window.
This is the wheel I just invented
to roll through the rest of my life
I say
touching my finger to my tongue.

Taducción de Miguel Ángel Zapata

Billy Collins (Nueva York en 1941)

martes, 5 de octubre de 2010

Michael Hartnett



Iglesia rural

El valle los lleva
como la suciedad de los bolsillos en domingo,
a la llanura, a los fértiles prados –
esta gente, cauta y feliz,
reunida como un grupo de baile
junto al muro de la antigua iglesia:
codos amigos, manos amigas,
el adversario evitando al enemigo
en la enloquecida danza sin fin.
caballos solitarios aquí y allá
atados y dormidos –
coches agazapados junto
al arbusto, al seto, al establo
y la burla verde de los árboles
que una vez vieron a Ícaro quemado.
Esta congregación es un caballo solitario
perdida en esta época
tan torpe como un hombre
que baila
con una monja
el día de la boda.


The Country chapel

The glen sweeps them out
like pocket dross each Sunday,
to the plain, to the fat meadows –
this people, sly and happy,
gathered like a set-dance team
by the wall of the old chapel:
friendly elbows, friendly hands,
foe avoiding enemy
in the daft eternal dance.
Lonesome horses here and there
tethered and asleep –
motorcars ahide
by bush by hedge by shed
and green sneers from the trees
that once saw Icarus lamed.
This congregation is a lonely horse
straying in this age
as awkward as a man
dancing with a nun
on a wedding day.

Del poemario A Necklace of Wrens (Un collar de reyezuelos)
Michael Hartnett (Irlanda,1941-1999)




Aquel beso de actor

Besé a mi padre que yacía en la cama
en la sala. Las enfermeras caminaban con suelas de sueño
y los viejos discutían con ellas todo el día.
Siete décadas encerradas en su cabeza
congeladas se iban fundiendo a mares,
el pintor había perdido por completo todo el sentido, excepto su vejez.
Aquel beso de actor llegó muy hondo
devolviéndome ecos que había amado-
‘Fue 29’ ‘fue 41’ ‘84’,
todo en sus ojos caleidoscópicos
(Quería para mí su amargura y su sed,
su manera fría de cerrar una puerta).
Más tarde, después de un trago, cai en la cuenta de
que era nuestro último beso y, por desgracia, el primero.


That Actor Kiss

I kissed my father as he lay in bed
in the ward. Nurses walked on soles of sleep
and old men argued with themselves all day.
The seven decades locked inside his head
congealed into a timeless leaking heap,
the painter lost his sense of all but grey.
That actor kiss fell down a shaft too deep
to send back echoes that I would have prized—
‘29 was’ 41 was ‘84,
all one in his kaleidoscopic eyes
(he willed to me his bitterness and thirst,
his cold ability to close a door).
Later, over a drink, I realised
that was our last kiss and, alas, our first.