/ El establo de Pegaso: abril 2010

martes, 27 de abril de 2010

Nuestro amor es como Bizancio



China contemplada a través de un aguacero griego en un café turco

La llovizna
cae en mi café
hasta que se enfría
y se sobra
hasta que se sobra
y se aclara
de forma que se hace visible
la imagen del fondo.

La imagen de un hombre
con barba larga
en China, delante de un pabellón chino
bajo la lluvia, una lluvia torrencial
que ha cuajado
en rayas
sobre la fachada azotada por el viento
y en la cara del hombre.

Debajo del café, la leche y el azúcar
que están a punto de separarse
bajo el gastado esmalte
los ojos parecen apagados
o vueltos hacia dentro
hacia China, en la porcelana de la taza
la taza que lentamente se vacía de café
y se llena de lluvia
lluvia clara. La lluvia de primavera
se pulveriza sobre la marquesina de la taberna
las fachadas del otro lado de la calle
semejan un gran
muro de porcelana muy gastado
cuyo resplandor atraviesa las hojas de la vid
hojas de vid que también están gastadas
como dentro de una taza. El chino

ve aparecer el sol a través de una hoja verde
que ha caído en la taza.

La taza cuyo contenido
ahora aparece completamente transparente.

********
En la plaza de Israel

Ojalá nunca hubieras venido
así la noche tampoco habría pasado nunca.

Y ojalá no te hubieras quedado
así la mañana tampoco habría llegado nunca.

Ojalá no se hiciese nunca verano
así el verano estaría siempre acercándose.

******
Nuestro amor es como Bizancio

Nuestro amor es como Bizancio
tuvo que haber sido
la última noche. Tuvo que haber habido
me imagino
un resplandor en los rostros
de los que se agolpaban en las calles
o formaban pequeños grupos
en las esquinas de las calles y en las plazas
hablando en voz baja,
un resplandor que tuvo que haberse parecido
al que tiene tu cara
cuando te echas el pelo para atrás
y me miras.

Henrik Nordbrandt (Copenhague, 1945) Traducción de Francisco Uriz

jueves, 22 de abril de 2010

El gozante de Manuel Castilla


Paul Klee

EL GOZANTE

Me dejo estar sobre la tierra porque soy el gozante.
El que bajo las nubes se queda silencioso.
Pienso: si alguno me tocara las manos
se iría enloquecido de eternidad,
húmedo de astros lilas, relucientes.
Estoy solo de espaldas transformándome.
En este mismo instante un saurio me envejece y soy
leña
y miro por los ojos de las alas de las mariposas
un ocaso vinoso y transparente.
En mis ojos cobijo todo el ramaje vivo del quebracho.
De mi nacen los gérmenes de todas las semillas y los riego con rocío.
Sé que en este momento, dentro de mí,
nace el viento como un enardecido río de uñas y de
agua.
Dentro del monte yazgo preñado de quietudes furiosas.
A veces un lapacho me corona con flores blancas
y me bebo esa leche como si fuera el niño más viejo
de la tierra.
(...) De cara al infinito
siento que pone huevos sobre mi pecho el tiempo.
Si se me antoja, digo, si esperase un momento,
puedo dejar que encima de mis ingles
amamante la luna sus colmillos pequeños.
Zorros la cola como cortaderas,
gualacates rocosos,
corzuelas con sus ángeles temblando a su costado,
garzas meditabundas
yararás despielándose,
acatancas rodando la bosta de su mundo,
todo eso está en mis ojos que ven mi propia triste
nada y mi alegría.
Después, si ya estoy muerto,
échenme arena y agua. Así regreso.

Manuel Castilla (Salta,1919-1980) El gozante e-book

martes, 20 de abril de 2010

Víctor Serge



Ametralladora

En las puertas de las casas, en las puertas de los palacios - que hemos conquistado-
por todas partes de la ciudad
donde el tumulto se reviste de frío, apático y fuerte,
por todas partes en las puertas de nuestras casas
las ametralladoras en las esquinas oscuras.
Torpes, trayendo la muerte;
ciegas, bajas, tocando la tierra.
ciegas, frías, de acero, de hierro,
con el metal de su odio elemental,
con sus dientes de acero listos para morder,
su mecanismo,
ruedas, tuercas, muelles,
sus bocas negras y cortas sobre los montajes
agachados...
Oh, la máquina trágica, ese objeto de acero, de hierro, inerte, que mutila segundos,
en el momento fatal de la batalla,
tragando los segundos - tac-tac-tac -
los segundos se derraman al infinito - y las vidas
caen al gran frío de las tumbas,
La máquina
que come, rasga, revienta, perfora,
excava la carne, se retuerce en la sangre y los nervios,
rompe los huesos, hace a los codales cantar por el hueco de los pechos perforados,
hace al cerebro sudar rompiendo nobles rostros:
materia gris entre sangre ennegrecida.
Infame máquina para matar, por todas partes, en la ciudad del sordo disturbio,
escondida en las puertas de nuestras casas, contemplando a lo que quiere nacer,
observando
lo que se eleva desde los corazones humanos y desde las profundidades de la tierra viva,
lo que surge de la fe ardiente, de la loca esperanza y de la cólera - del deseo y de la luz-
del entusiasmo y de la oración,
que hará florecer - actos, gritos - llamas: la rebelión...
Baja para cortar el vuelo, la ametralladora emboscada: victoria al hombre de leyes de hierro,
victoria al metal sobre la carne - y en el sueño - la ley de la muerte.
Y esta máquina, nuestras manos y nuestros cerebros construidos. ¡Padre mío! ¿Sabíamos lo que hacíamos?

Petrogrado, 22 de julio de 1919
Versión castellana de Pello Erdoziain

Victor Lvovich Kibalchich (В.Л. Кибальчич) (Bruselas, 1890-México DF , 1947), conocido como Victor Serge.

Textos de Víctor Serge

Susan Sontag Perfil de Víctor Serge

jueves, 8 de abril de 2010

Coral Bracho

Agua de bordes lúbricos



Coral Bracho leyendo sus poemas en Noches de Poesía Internacional en Hong Kong.

Agua de bordes lúbricos

Agua de medusas,
agua láctea, sinuosa,
agua de bordes lúbricos; espesura vidriante —Delicuescencia
entre contornos deleitosos. Agua —agua suntuosa
de involución, de languidez

en densidades plácidas. Agua,
agua sedosa y plúmbea en opacidad, en peso —Mercurial;
agua en vilo, agua lenta. El alga
acuática de los brillos —En las ubres del gozo. El alga, el
hálito de su cima;

—sobre el silencio arqueante, sobre los istmos
del basalto; el alga, el hábito de su roce,
su deslizarse. Agua luz, agua pez; el aura, el ágata,
sus desbordes luminosos;

Fuego rastreante el alce
huidizo —Entre la ceiba, entre el cardumen; llama
pulsante;
agua lince, agua sargo (El jaspe súbito). Lumbre
entre medusas.
—Orla abierta, labiada; aura de bordes lúbricos,
su lisura acunante, su eflorescerse al anidar; anfibia,
lábil -Agua, agua sedosa
en imantación; en ristre. Agua en vilo, agua lenta -El
alumbrar lascivo

en lo vadeante oleoso,
sobre los vuelcos de basalto. -Reptar del ópalo entre la luz,
entre la llama interna. -Agua
de medusas.
Agua blanda, lustrosa;
agua sin huella; densa,
mercurial

su blancura acerada, su dilución en alzamientos de grafito,
en despuntar de lisa; hurtante, suave. -Agua viva
su vientre sobre el testuz, volcado sol de bronce envolviendo
-agua blenda, brotante. Agua de medusas, agua táctil
fundiéndose
en lo añil untuoso, en su panal reverberante. Agua amianto, ulva
El bagre en lo mullido
-libando; en el humor nutricio, entre su néctar delicado; el
áureo
embalse, el limbo, lo trasluce. Agua leve, aura adentro el ámbar
-el luminar ungido, esbelto; el tigre, su pleamar
bajo la sombra vidriada. Agua linde, agua anguila lamiendo
su perfil,
su transmigrar nocturno
-Entre las sedas matriciales; entre la salvia. - Agua
entre merluzas. Agua grávida (-El calmo goce
tibio; su irisable) -Agua
sus bordes
- Su lisura mutante, su embeleñarse
entre lo núbil
cadencioso. Agua,
agua sedosa de involución, de languidez
en densidades plácidas. Agua, agua; Su roce
-Agua nutria, agua pez. Agua
de medusas,
agua láctea, sinuosa; Agua,


Luz derramada sobre un estanque de alabastro

Una pequeña piedra transparente
y en ella,
la deslumbrada alegría del sol.
Eres el canto del agua
y entre sus hebras, el canto fresco
de la alondra, el viento suave
al amanecer. Luz derramada
sobre un estanque de alabastro.
Sobre sus aguas:
el azahar
y el jazmín.


Mariposa

Como una moneda girando
bajo el hilo de sol
cruza la mariposa encendida
ante la flor de albahaca.

Coral Bracho, Méjico (1951)

martes, 6 de abril de 2010

Poesía Reunida de William Faulkner



IX

El sol languidece sobre las colinas,
y el labrador, moroso, endereza sus pasos a casa;
las vacas mugen, pesadas de leche,
y la hierba exuberante se doblega a su paso.

Se remueven y revolotean los sinsontes,
con dorado frenesí en el vetusto roble;
las ovejas como olas contra un acantilado
de laderas verdes, fluyen y refluyen, despacio.

Entonces se hunde el sol y con él desaparece
una magnificencia cuyas espadas por fin
se envainan, al igual que antaño abandonaron
los guerreros sus armas legendarias, y respiraron

este aire y abrazaron esta paz, como este hombre
que, con el crepúsculo, se retira a descansar,
y no halla sino aromas sencillos y sonidos sencillos;
y eso es todo, y lo mejor.

Poesia Reunida de William Faulkner
Traducción y prólogo de Eduardo Moga y Daniel C. Richardson. Bartleby editores