/ El establo de Pegaso: septiembre 2009

miércoles, 30 de septiembre de 2009

El Blues Abatido de Langston Hughes



Jazz poetry

The Weary Blues, escrito por Langston Hughes en 1923, incorpora las características musicales del Jazz, y de los Blues en la poesía. Hughes fue uno de los impulsores del conocido como Renacimiento de Harlem, un movimiento que se caracterizaba por la imitación de los sonidos e improvisaciones del jazz en la poesía.

El Blues Abatido The Weary Blues

Zumba una melodía somnolienta y sincopada
Meciéndose adelante y atrás en un canto suave,
Escuché un negro tocar.
La otra noche en la avenida Lenox
Bajo la penumbra pálida de una vieja luz de gas

Se balanceaba lento...
Se balanceaba lento...
Al compás de este Blues Abatido.
Sus manos de ébano sobre las teclas de marfil
Haciendo gemir al pobre piano con melodías.
¡Oh Blues!
Balanceándose en su taburete desvencijado
Tocaba esa melodía tan triste como un tonto musical
¡Dulce Blues!
Sale del alma de un hombre negro.
¡Oh Blues!
Con una voz profunda canta ese tono melancólico
Escuché un negro cantar, y ese viejo piano que gime—

"No tengo a nadie en este mundo,
No tengo nadie más que yo.
Ya es es hora de dejar esta cara
Y guardar mis problemas."

Pum, pum, pum golpeó el suelo con el pie.
Tocó algunos acordes y después cantó un poco más —

"Tengo el Blues Abatido
Y no me puedo contentar.
Tengo el Blues Abatido
Y no me puedo contentar—
Nunca más seré felíz
quisiera morír."

Hasta bien entrada la noche canturreó esa melodía.
Las estrellas salieron y también la luna.
El cantante dejó de tocar y me fui a la cama
con el Blues Abatido todavía en la cabeza.
Durmió como una roca o un hombre que estaba muerto.

The Weary Blues en la voz de su autor




The Weary Blues


Droning a drowsy syncopated tune,
Rocking back and forth to a mellow croon,
I heard a Negro play.
Down on Lenox Avenue the other night
By the pale dull of the pallor of an old gas light
He did a lazy sway…
He did a lazy sway…
To the tune o’ those Weary Blues.
With his ebony hands on each ivory key
He made that poor piano moan with melody
O Blues!
Swaying to and fro on his rickety stool
He played that sad raggy tune like a musical fool.
Sweet Blues!
Coming from a black man’s soul.
O Blues!
In a deep song voice with that melancholy tone
I heard that Negro sing, that old piano moan –
“Ain’t got nobody in all this world,
Ain’t go nobody but ma self.
I’s gwine to quit ma frownin’
And put ma troubles on the shelf.”
Thump, thump, thump went his foot on the floor.
He played a few chords then he sang some more –
“I got the Weary Blues
And I can’t be satisfied.
Got the Weary Blues
And can’t be satisfied –
I ain’t happy no mo’
And I wish that I had died.”
And far into the night he crooned that tune.
The stars went out and so did the moon.
The singer stopped playing and went to bed
While the Weary Blues echoed through his head.
He slept like a rock or a man that’s dead.


Bailarina de medianoche
A una bailarina negra en el “Pequeño Savoy”

Viña adolescente
De la noche con ritmo de jazz,
Labios
Dulces como rocío púrpura,
Pechos
Como las almohadas de todos los dulces sueños,
¿Quién aplastó
Las uvas de la dicha
Y derramó su jugo
Sobre ti?


Midnight dancer
To a Black Dancer in “The Little Savoy”

Wine-maiden
Of the jazz-tuned night,
Lips
Sweet as purple dew,
Breasts
Like the pillows of all sweet dreams,
Who crushed
The grapes of joy
And dripped their juice
On you?

Langston Hughes (Misuri, 1902 – Nueva York, 1967)

domingo, 27 de septiembre de 2009

Dos poemas de Chantal Maillard

Juegos de magia




Nada
en mis manos nada
en mis cuadernos
nada en mis zapatos
nada en el sombrero
de mi madre, nada
en mis ojos
en mi casa
en el paisaje
entre las olas nada
bajo los bancos del parque
debajo de mi ropa empapada
entre las líneas que escribo
en las del diccionario
de sánscrito
en la tinta que se escapa
del bolígrafo
en mis palabras nada
nada sobre la nada
que describo
en cuatro letras
porque todo
lo que no cabe en ellas
se ha agolpado en el centro
de mi pecho
y late y luego
me devora
con la voracidad
de un animal hambriento.
hasta que no queda nada
de mi salvo esa nada
que todo lo vomita
mis ojos mis cuadernos
mi casa y el sombrero
de mi madre las cuatro
letras que la indican
y el mismo latido
feroz que me devora
pronunciando
tu nombre.


Juegos de magia



Juegos de magia en voz de su autora

@@@@@@@@@@@@@@



No existe el infinito...

No existe el infinito:
el infinito es la sorpresa de los límites.
Alguien constata su impotencia
y luego la prolonga más allá de la imagen, en la idea,
y nace el infinito.
El infinito es el dolor
de la razón que asalta nuestro cuerpo.
No existe el infinito, pero sí el instante:
abierto, atemporal, intenso, dilatado, sólido;
en él un gesto se hace eterno.
Un gesto es un trayecto y una trayectoria,
un estuario, un delta de cuerpos que confluyen,
más que trayecto un punto, un estallido,
un gesto no es inicio ni término de nada,
no hay voluntad en el gesto, sino impacto;
un gesto no se hace: acontece.
Y cuando algo acontece no hay escapatoria:
toda mirada tiene lugar en el destello,
toda voz es un signo, toda palabra forma
parte del mismo texto.

De "Matar a Platón"

jueves, 24 de septiembre de 2009

Elías Uriarte






Límites que conforman figuras

Límites que conforman figuras. Límites que conforman
figuras a partir de las antiguas. Diagonales que crean nuevos
ángulos. Nuevas relaciones, equidistancias, espacios que ya
no se podrán variar, borrar.

Se aprende que la geometría es una ciencia dolorosa.




Hiroshima

Oh, la Mesa, la Mesa,
a la derecha
el padre,
a la izquierda
la madre,
al frente
el espíritu santo,
y en el centro
el cordero:
¿Ojos celestes
azules,
flavos,
amatistas?
Oh, esa Mesa, esa Mesa:
¿Cuadrada,
redonda,
inexistente?
¿Acaso un recuerdo infantil,
una fantasía adolescente?
Oh estampas en el fondo del castillo,
oh inscripciones, inscripciones,
en los ranchos más humildes.
¿Orlas,
halos,
nimbos?
¿Cómo se dice esa cosa,
esa cosa que tiembla sobre las frentes?
Oh la Mesa Familiar:
yo os consagro y os describo
fielmente.
Corría el año tanto...
El padre, augusto, entreteje
oscuros pensamientos entre sus manos,
la madre deplora una
tardanza irreparable.
Luego bargueño, caoba y
noche:
una noche para el padre,
una noche para la madre,
y una noche para el espíritu santo,
oh misterio de la triple noche
en una sola noche
compartida.
A lo lejos, un elemento:
¿Su naturaleza? Acústica.
¿Su timbre? Orgánico.
¿Su altura? Media.
¿Grito, lamento, gemido?
¿Acaso un herido? ¿El Canto de la Tierra?
¿Un fugitivo por el monte?
Di: ¿Cómo lo prefieres: crudo,
cocido, a punto, pasado, o tal vez
ero, can, te?—
Oh, la Mesa Familiar:
yo os consagro y os describo
fielmente.
Pero dime: ¿Recuerdas tu niñez?
Recuerdas las cenizas de Hiroshima?
Oh, cómo caían sobre las cosas.
Recuerdas como se metían en todo,
manos, ojos, palabras?
Recuerdas tus dedos mandados
de ceniza cuando tocaste el capó
de la cupé?
¿Eh?
Recuerdas aquella delgada, delgadísima…
cómo se dice eso, eso...
que se deposita ligeramente...
no no, polvo no...
pátina tampoco...
eso como una capa finísima...?
¡Película, película, como
una delgadísima película sobre
las cosas!
Oh, cómo caían caían
las cenizas de Hiroshima.
Al principio leves, apenas sueño
sobre los labios de las hojas,
me parece que las veo:
temblorosas,
oscilantes,
en copos,
desflecadas,
apenas crepitantes,
luego crecientes, olas gigantes,
transversales, sudarios de
cenizas,
cubriendo todo todo:
patios,
chiqueros,
lagunas,
esteros,
montes de eucaliptos,
álamos,
limoneros,
y esa mano, esa manecita
Que aprieta un sonajero,
Oh cómo caían
caían,
las cenizas de Hiroshima.
Me parece que las siento:
el ruido de los pensamientos
del aire:
sobre establos,
aserraderos,
sierras,
bañados,
dormideros,
cómo se metían en los días,
en las noches, en los sueños,
así, así: ¿Oyes el sonido que
hace mi mano al cerrarse en el aire?
¿Verdad que es difícil, casi
imposible percibir?
Y sin embargo, algo, algo,
se atrapa: éste es el auténtico
sonido de las cenizas de Hiroshima.
¿Recuerdas tu niñez,
el ciclón donde dormías,
recuerdas que decías:
"Me sostendré en el vacío,
me tomaré del aire,
sea como sea sobreviviré,
me recogeré en el corazón del
torbellino"?
¿Recuerdas, recuerdas las fronteras?
"¿Qué miras ahí,
donde no hay nada,
sólo montes y caminos?
Entra, hace frío."
¿Recuerdas:
"Padre mío:
he aquí el fuego,
he aquí la leña,
pero, ¿dónde está
el cordero?"
Ahora dime: esta Voz, la que habla,
¿de quién es? ¿La del Padre, la
del Hijo, la del Espíritu Santo,
o tal vez la del Cordero?
¿O la de todos? ¿O la de ninguno?
¿De quién es el cuerpo que se oculta
tras las palabras?
¿Hay un cuerpo?
¿Hay un cuerpo?
Oh ese clamor, ese antiguo clamor...
Cómo caían, caían
las cenizas de Hiroshima.
pero perdón, debo levantarme:
estoy emocionado."
Oh, la Misa Familiar,
yo os consagro y os describo
fielmente.
Pero ahora que reparo: ¿Los discípulos
dónde están? ¿Y el Maestro, se
ha retirado?
"En verdad, en verdad os digo:
uno de ustedes me entregará..."


¡Qué silencio! ¡Cómo ha oscurecido!

¿Escuchas...
del lado de la llanura...
esos gritos...?

¿Tal vez ecos de Tupambaé? ¿Eh?
¿Eh?

¿Nunca acabará?

¿Qué?

¿Eh?

Padre Santo: te juego un serio.
¿Me matarás si digo lo que veo
en el fondo de tus ojos?
A ver,
a ver,
sí… es indudable…
aquí hay algo... sí... sí...
quí-mi-co...
¡Químico!
¡Oh el Pecado del Siglo!
¡El Pecado Químico!
¡Y descubierto aquí, aquí...
entre nosotros!
¡Gloria, gloria para las Letras Nacionales!
Está en todo, en todo:
en esa leve, levísima conmoción central que la dicha
sufre de repente,
en esa ciudad bombardeada y en ese hombre que se levanta
en medio del polvo y la ceniza,
en esos árboles de raíces expuestas, desnudas, en los
patios leprosos de los hospitales,
en los hombres que los pueblan, de entrañas colgantes,
vísceras en el aire "sanza tempo tinta",
en todo, en todo:
en esos patios,
y en esos muros que cambian de nombre (pero no de cifras)
según el tiempo,
en esa ausencia inexplicable de todo lo que parecía
presente,
en esa traición que las escuelas no nombran,
en todo aquello que el lenguaje oculta
y que tarde se descubre,
está en el crimen,
en el amor humillado en viles fondos de comisarías,
en las técnicas de la pregunta,
en las técnicas del acecho humano,
en las vigilancias,
en los seguimientos,
en los hombres que hablan de espaldas en piezas sórdidas
de ventanas cerradas,
en los hombres que miran de espaldas,
en los hombres que matan de espaldas,
en los que combaten con un ejército contra hombres solos,
desnudos y sin armas,
en la tinta de los cobardes,
en sus palabras,
en sus versos,
en las ciudades vigiladas,
en los que se hacen los que no ven pero han visto,
en los que dicen que no saben,
que no supieron,
que estaban distraídos:
en las miradas químicas,
en las sonrisas químicas,
en el amor químico,
en el aire químico,
en los mares químicos,
en la tierra química,
en las guerras químicas,
en los padres químicos,
en los hijos químicos,
en las selvas químicas,
en los sueños químicos,
en los pensamientos químicos,
en la Palabra-Química:

¡Oh

Napalm

del

alm

a!

¡Oh

Napalm

del

alm

a!

¡Oh la Musa la Musa Familiar!
A la derecha
el padre,
a la izquierda,
vla madre,
al frente
el espíritu
serpenteante
se extiende sobre
las aguas de la sopa, la sopera
la carne asada todavía humeante
en el altar de la Mesa,
la cóncava porcelana antigua,
el pescador, la barca, la paloma,
para luego dirigirse a
los galpones donde desde antiguo
oscuros cuerpos agonizan.

¿No es divino el cordero?

Luego lluvia, lluvia.
Cuarenta días y cuarenta noches.
Habrá un sueño donde morir apretado,
rodilla contra rodilla,
habrá un Mesías a la madrugada.
Ahora una voz dice:
"¿Una ramita de muérdago para atravesar la
noche?"
Ahora otra voz dice:
"¿Quién habla en realidad aquí, quién habla
en realidad aquí?"
Ahora una tercera voz dice:
"Desarreglar el poema y comenzarlo de nuevo."


a Marosa di Giorgio


Elías Uriarte Hiroshima

miércoles, 23 de septiembre de 2009

1950 poema de Stephen Morrissey




1950

Yo nací en la mitad del siglo:
50 años antes del 2000,
50 años después de 1900.
Los hornos crematorios
todavía apestaban.
Idi Amin y Pol Pot aún eran jóvenes.
En 1950, alguien puso un martillo en sus manos
y les dijo:
"Aplastad tantos cráneos
como sea posible"
y lo hicieron.
El cuerpo de Hitler,
piernas carbonizadas,
oscurecidas de cenizas y de hueso,
permanecía aún caliente
y como si estuviese vivo
nos hablaba en susurros.
Con la mano derecha, aún sin descomponerse,
dibujaba swasticas en el polvo.

En los 50 vivía cada tarde de domingo
a través de la Twentieth Century
en la televisión:
el dia Dieppe,
Messerschmitt y Panzers.
Amigos judíos en la escuela
perdieron ambas ramas familiares
y ya nunca las conocerían.
Un día sabrán—nos decían.
E imaginábamos que aún podríamos oír las bombas
explotando en un cielo rojo,
escondidos bajo las mesas de la cocina,
mientras las sirenas de las incursiones aéreas
sonaban a lo lejos recordándonos
el sonido de las ametralladoras
como lluvia que cae sobre un techo de hojalata.
Se dispararon tantas balas como personas murieron
en Babi Yar, alrededor de 10. 000.
En Dresde las calles se convirtieron en asfalto líquido.
Todo eso flotaba en la atmósfera
como humo ¿o eran nuestras mentes?
un prolongado grito ¿o era Mao Tse Tung
y la Gran Marcha del ejercito rojo,
el paso de la gente a través del continente
de este siglo?
Sus nombres como ciudades,
lugares donde la gente era llevada y ejecutada
o claudicaba y se rendía:
Stalin, Hitler, Mussolini
Ho Chi Minh, Castro.

Yo nací en la mitad de un siglo
conocido por su crueldad.
Tumbas masivas descubiertas al paso de los años,
soldados polacos ejecutados en un bosque a las afueras de Varsovia,
enterrados allí donde cayeron,
hombres con capas blancas mirando a las bulldozers
velar a los muertos.
Cuerpos ajados, carnes grises, oscuros genitales desnudos
expuestos sin vergüenza.
Colgaron los muertos
sobre las espaldas de los asesinos
como costados de reses.
Arrojados en tumbas colectivas
de millas de largo, cuerpos
hinchados y cubiertos de limo.
Esta semana ví los muertos
en la televisión
mezclados y retorciéndose en olas turbias,
coloreándose el agua con la carne en descomposición.
Incontables actos de homicidio,
la muerte del alma, la muerte del espíritu.
Atrapados por aldeanos
que los descuartizaron a machetazos, sus vecinos,
el matadero humano,
dando cuerpo a un rompecabezas de rojas partes.
No podemos reordenarlas.
No podemos tratar con tanta muerte.
Así que no pienses en eso.
Vuelve a tu propia vida.
Los muertos no pueden volver a vivir,
no pueden regresar para visitarnos.
¿Qué significan estos cuerpos
ahora que hemos visto tanta muerte?

Luchamos con el demonio, salvemos
lo que es bueno y precioso:
prehistóricas manos dibujadas en una cueva de Lascaux,
los tapices de Bayeux, el libro de Kells.
Con un pie en cada mitad de siglo,
recuerdo cuando Stalin
mataba de hambre a los ucranianos,
y las mujeres gritaban en las calles de Saigón.
Estamos hipnotizados por tantas escenas de muerte.
Mientras más vemos, más evadimos
nuestra propia muerte.
Ejecuciones en las calles, el cuerpo
colgado de un hombre
repetidamente batido con el metal doblado
de una silla,
sus pies a seis pulgadas del piso,
su cara ennegrecida y
una multitud mirando temerosa y reverente
la ausencia de vida en aquel que sólo momentos antes
se nos asemejaba,
los miles de toneladas
de sufrimiento humano como toxinas liberadas
flotan en la atmósfera,
gemidos y gritos grabados.
Ningún catalogo del sufrimiento humano es completo:
Rwanda, Armenia, Liberia, Bosnia...

1950

I was born
in the middle of the century;
fifty years before 2000
fifty years after 1900.
The human crematoria
were still warm;
Idi Amin and
Pol Pot were young
in 1950; someone
put a hammer in their hands
and told them "crush
as many skulls
as possible,"
and they did. Hitler's
body barley cold,
his legs charred black
with ash and bone;
as if still alive,
he spoke in whispers
and with his good
right hand
drew swastikas
in the dirt.

In the 1950s
I lived each Sunday
afternoon through
The Twentieth Century
on television:
D-Day and Dieppe,
Messerschmitts and panzers;
Jewish friends at school lost
whole branches of families
they would never meet-
"one day you'll know"
they said. We imagined
we could still hear
bombs exploding
in a red sky;
hid under kitchen
tables while air raid sirens
wailed, and in the mind's distance
the sound of machine guns
like rain on a tin roof,
as many bullets fired
as people killed at Babi Yar,
over 100,000; at Dresden
streets turned into melted asphalt.
These events caught
in the atmosphere, like smoke
or was it our minds?
A prolonged scream,
or was it Mao Tse-tung
and the Red Army's
Long March,
the passage of people across
the continent
of this century?
Their names are like
cities, places where
people meet and are
executed, or believe
and surrender: Stalin,
Hitler, Mussolini, Ho Chi Minh,
Castro.

I was born in the middle
of a century known
for cruelty: mass graves
unearthed years after burials;
Polish soldiers shot
in a forest outside
Warsaw, buried where they
fell; men in white
coats watch bulldozers
uncover the dead,
bodies limp, flesh grey,
naked dark genitals
exposed without shame.
They hung the dead
over the backs
of the killers
like sides of beef,
dumped them
in mile-long
mass graves;
the bloated bodies
covered with lime.
Even this week
I saw the dead on television
tossed and twisted
in muddy waves, water the colour
of decaying flesh. The many
acts of homicide, soul
death, spirit death;
trapped by villagers
who hacked neighbours
into pieces with machetes;
the human abattoir,
bodies a red jig-saw puzzle of parts.
We can't sort these pieces,
we can't deal with this much
death, so don't think
about it, get on with life,
the dead can't return
to life, they can't
return to haunt you;
what do these bodies mean,
now we've seen
so much death?

We struggle
with evil, save
what is good as precious:
prehistoric hands drawn
on a Lascaux cave;
the Bayeaux Tapestry;
the Book of Kells.
With one foot in both
halves of the century
I remember when
Stalin starved Ukrainians,
and women cried
in Saigon's streets.
We are mesmerized
by scenes of death; the more
we see the more we evade
our own mortality: street
executions, a hanged man's
body repeatedly battered
with a metal folding chair,
his feet six inches
from the ground;
his face turned black,
a crowd watches
afraid and awed
at the lifelessness of what,
moments before,
resembled us;
the thousand tons
of suffering like toxins
released into
the atmosphere, the recorded
groans and screams;
no catalogue
of suffering
is complete: Rwanda,
Armenia, Liberia,
Bosnia...

Stephen Morrissey From The Trees of Unknowing, Montreal 1978

Stephen Morrissey's Blog

martes, 22 de septiembre de 2009

Poema de Amina Saïd

Somos huéspedes desconocidos



Somos huéspedes desconocidos
en la casa del mundo
el mar la ola el escollo
el navegante descubriendo
la ausencia de boyas

somos el ojo que ve el ojo
y la visión que nos borra
somos aquello que miramos
en el fondo de los ojos
y que sabe que somos

somos lo único y el número
la cosa y su contrario
la multiplicación de lo visible
el ojo abierto sobre lo invisible

somos la sombra de la sombra
que entre la oscura claridad del sueño dormita

somos la huella sobre la arena
somos cada letra del alfabeto

somos el oráculo y el homenaje
la máscara suspendida en el árbol
el templo y el objeto ofrecido
a la luz muerta del templo

somos la pregunta
que no exige respuesta
somos la pregunta y la respuesta
ya que ellas no suman más que uno

somos el círculo
que se crea él mismo ad infinito
caminamos a grandes pasos en los dos sentidos
el calendario de los hombres
como una escala del horizonte
antes de ser invitados a franquear
de un salto el vacío que nos separa
de nuestro nacimiento

oscilando entre ebriedad y terror
somos eso que sabemos
y aquello que ignoramos
lloramos lágrimas de ámbar

somos la primera y la última palabra
la estrofa y el canto
y la boca que deseamos
aferrar a la cara del silencio

somos la mano insumisa
que traza el signo
el vértigo delante del abismo
abierto por el poema

cuando una palabra en nosotros duda ser dicha
alcanzamos la soledad más íntima
somos el paso y la marcha
el camino y la vía
y el último umbral que franquearemos
somos el lugar donde termina el mundo
aquel donde comienza.

Traducción de Rafael Patiño

Amina Saïd,Túnez,1953

viernes, 18 de septiembre de 2009

Sobre la poesía y la utilidad de los poetas de Paulo Leminski




POESIA: “words set to music”(Dante
via Pound), “uma viagem ao
desconhecido” (Maiakóvski), “cernes
e medulas” (Ezra Pound), “a fala do
infalável” (Goethe), “linguagem
voltada para a sua própria
materialidade” (Jakobson),
“permanente hesitação entre som e
sentido” (Paul Valery), “fundação do
ser mediante a palavra” (Heidegger),
“a religião original da humanidade”
(Novalis), “as melhores palavras na
melhor ordem” (Coleridge), “emoção
relembrada na tranqüilidade”
(Wordsworth), “ciência e paixão”
(Alfred de Vigny), “se faz com
palavras, não com idéias” (Mallarmé),
“música que se faz com idéias”
(Ricardo Reis/Fernando Pessoa), “um
fingimento deveras” (Fernando
Pessoa), “criticismo of life” (Mathew
Arnold), “palavra-coisa” (Sartre),
“linguagem em estado de pureza
selvagem” (Octavio Paz), “poetry is to
inspire” (Bob Dylan), “design de
linguagem” (Décio Pignatari), “lo
impossible hecho possible” (Garcia
Lorca), “aquilo que se perde na
tradução (Robert Frost), “a liberdade
da minha linguagem” (Paulo
Leminski)...



AVISO AOS NÁUFRAGOS

Esta página, por exemplo,
não nasceu para ser lida.
Nasceu para ser pálida,
um mero plágio da Ilíada,
alguma coisa que cala,
folha que volta pro galho,
muito depois de caída.
Nasceu para ser praia,
quem sabe Andrômeda, Antártida,
Himalaia, sílaba sentida,
nasceu para ser última
a que não nasceu ainda.
Palavras trazidas de longe
pelas águas do Nilo,
um dia, esta página, papiro,
vai ter que ser traduzida,
para o símbolo, para o sânscrito,
para todos os dialetos da Índia,
vai ter que dizer bom-dia
ao que só se diz ao pé do ouvido,
vai ter que ser a brusca pedra
onde alguém deixou cair o vidro.
Mão é assim que é a vida?
Eu, hoje, acordei mais cedo
e, azul, tive uma idéia clara.
Só existe um segredo.
Tudo está na cara.

PROEMA

Não há verso,
tudo é prosa,
passos de luz
num espelho,
verso, ilusão
de ótica,
verde,
o sinal vermelho.
Coisa
feita de brisa,
de mágoa
e de calmaria,
dentro
de um tal poema,
qual poesia
pousaria?


Marginal é quem escreve à margem,

Marginal é quem escreve à margem,
deixando branca a página
para que a paisagem passe
e deixe tudo claro à sua passagem.

Marginal, escrever na entrelinha,
sem nunca saber direito
quem veio primeiro,
o ovo ou a galinha.

Paulo Leminski (1944-1989, Curitiba, Paraná)


sábado, 12 de septiembre de 2009

Dos poemas de Jorge Esquinca

Instrucciones para dibujar un ángel



Angel-después de Rembrandt” de Vincent van Gogh, 1.889


A Roberto Márquez

"No debes hablar con los hombres, sino con los ángeles"
Santa Teresa de Ávila


Para dibujar el Ángel incida con violencia sobre su silueta en mo-
vimiento. Atáquelo en pleno vuelo, jamás cuando duerme; todo Ángel
duerme siempre con los ojos abiertos. Lance un delicado arpón, un
garfio sutil. Comience la búsqueda en todo sitio luminoso, descubra
en las paredes del aire la huella turbia de su sangre imposible. No
se anuncie, no entre por la puerta, no establezca benévolas alianzas:
podría sucumbir en el intento. Mantenga con lucidez una consigna:
Nunca enamorarse del Ángel. Recuerde que quien cede al hechizo
carga para siempre el fardo de esa lenta desdicha.

Proceda como un ladrón, trabaje en secreto, no confíe a otros ese
proyecto insensato. Familiarícese con la paciente labor de los alqui-
mistas: juegue con fuego, meta las manos en la llama de la vela;
quémese las ingles, el vientre, escáldese la lengua: acostúmbrese a
ser un incendio ambulante. No olvide los ojos, empiece con alfileres
calentados al rojo vivo: prepárese a mirar en la luz.

Frecuente la compañía de aciagos personajes: viejas rameras,
contrahechos, manipuladores de cadáveres; no excluya a los ciegos
ni a los santones callejeros: ellos saben, ellos han visto. Visite los
más sórdidos tugurios, revuélquese en el fango, consígase un alma
perversa. Recuerde constantemente la consigna, para dibujar al Ángel
es necesario resistirlo. No se entregue a la promesa de una plenitud espuria.

Persiga cierta clase de silencios, en ellos -se dice- habita por
un instante la quietud del Ángel. Pero desconfíe, dude siempre; esa
sombra que ahora cruza por la página podría ser sólo una mentira
del Ángel, una de las infinitas artimañas de las que se vale para
confundirlo. Siga, sin embargo, todas esas pistas falsas: la mayor de
todas es usted mismo. Usted mismo es el principal instrumento del
Ángel. Tema siempre, el temor le pudrirá el corazón y alimentará su
búsqueda.

Haga las cosas más inusitadas: converse con los muertos, re-
cuerde que el Ángel no distingue. Conserve en todo momento una
atención exacerbada, vigile, no duerma: el sueño es otra trampa, uno
más de los múltiples rostros del Ángel. (Si acaso soñara despierto,
si en ese agitado sueño se viera frente al lienzo convénzase de que
aquella imagen que su mano traza con habilidad es la de un Ángel
falso, un mero espejismo que le fragua el desierto en el que se ha
convertido su vida.)

En las tardes inútiles contemple largamente los espejos, cubra
con ellos un cuarto de su casa, construya las perspectivas más equí-
vocas, disuelva todo límite entre reflejo y objeto, coloque una lám-
para votiva en el centro de ese laberinto: observe, siga la trayectoria
inagotable de la flama, acostúmbrese a la fascinación del vértigo.

Está usted preparado para recibir al Ángel. Disponga
cuidadosamente las armas: el agudo escalpelo, los ganchos, las mor-
dazas: el látigo romano, los lápices, la tela inmaculada. No olvide
la consigna, proceda con temor, sólo ese temor lo salvará.

Abandónese. No mire: ábrase al tacto de ese cuerpo deslumbran-
te. Piérdase en la llaga de esa carne amadísima, como el barco se
precipita en el remolino del naufragio.

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De Lapide Philosophorum, Lambsprinck. [Fijar lo volátil y volatilizar lo fijo : Solve et Coagula]



Atanor


El aire en la piedra, la salamandra, el cuervo;
el lago de mercurio, el azufre, la balanza:
a lo oscuro por lo oscuro, solve et coagula

El aire en la piedra, el cisne, la serpiente;
la cocina encendida, el león, el águila:
a lo oscuro por lo oscuro, solve et coagula.

Tomado del poemario Vena cava

Dos poemas de Dylan Thomas




Antes que llamara


Antes que llamara y la carne me abriese,
que mis líquidas manos golpearan en el vientre,
yo, que era entonces informe como el agua
que formaba el Jordán junto a mi casa
era hermano de la hija de Mnetha
y hermana del gusano que gestaba la vida.

Yo que era sordo ante la primavera y el verano,
que no sabía los nombres de la luna y el sol,
ya sentía el latido bajo la armadura de mi carne,
aunque existía sólo en forma de infusorio,
veía las plomizas estrellas, el martillo lluvioso
que mi padre balanceaba en su cúpula.

Conocía el mensaje del invierno,
los dardos del granizo y la nieve pueril
y el viento era mi hermana pretendiente;
en mí saltaba el viento, el rocío infernal;
y mis venas fluían con los climas de oriente;
antes que me engendraran supe el día y la noche.

Antes que me engendraran ya por cierto sufría;
el potro de tortura de los sueños
enroscaba mi osamenta de lirio
en una cifra viva,
la carne era cortada para cruzar los bordes
de las horcas en cruces sobre el hígado
y las zarzas de los cerebros estrujados.

Mi garganta conocía la sed antes de la estructura
de vena y piel alrededor del pozo
donde palabras y agua se entremezclan
sin pausa alguna, hasta pudrir la sangre,
mi corazón conocía el amor, mi vientre el hambre;
al gusano yo olía entre mis propias heces.

Después el tiempo envió a mi mortal criatura
a derivar o ahogarse en los océanos
habituados a la aventura de la sal
en las mareas que jamás tocan las orillas.
Yo que era rico, me hice más rico aún
sorbiendo poco a poco el vino de los días.

Nacido del espectro y la carne, no era espectro
ni hombre, sino espectro mortal.
Y luego me abatió la pluma de la muerte.
Fui mortal hasta el último suspiro prolongado
que llevó hacia mi padre
el mensaje de su agónico cristo.

Tú que te inclinas en la cruz y el altar
acuérdate de mí y apiádate de Aquel
que mi carne y mi sangre tomó por armadura
y llegó a traicionar el vientre de mi madre.



Before I knocked

Before I knocked and flesh let enter,
With liquid hands tapped on the womb,
I who was shapeless as the water
That shaped the Jordan near my home
Was brother to Mnetha’s daughter
And sister to the fathering worm.

I who was deaf to spring and summer,
Who knew not sun nor moon by name,
Felt thud beneath my flesh’s armour,
As yet was in a molten form,
The leaden stars, the rainy hammer
Swung by my father from his dome.

I knew the message of the winter,
The darted hail, the childish snow,
And the wind was my sister suitor;
Wind in me leaped, the hellborn dew;
My veins flowed with the Eastern weather;
Ungotten I knew night and day.

As yet ungotten, I did suffer;
The rack of dreams my lily bones
Did twist into a living cipher,
And flesh was snipped to cross the lines
Of gallow crosses on the liver
And brambles in the wringing brains.

My throat knew thirst before the structure
Of skin and vein around the well
Where words and water make a mixture
Unfailing till the blood runs foul;
My heart knew love, my belly hunger;
I smelt the maggot in my stool.

And time cast forth my mortal creature
To drift or drown upon the seas
Acquainted with the salt adventure
Of tides that never touch the shores.
I who was rich was made the richer
By sipping at the sine of days.

I, born of flesh and ghost, was neither
A ghost nor man, but mortal ghost.
And I was struck down by death’s feather.
I was a mortal to the last
Long breath that carried to my father
The message of his dying christ.

You who bow down at cross and altar,
Remember me and pity Him
Who took my flesh and bone for armour
And doublecrossed my mother’s womb.






Donde una vez las aguas de tu rostro

Donde una vez las aguas de tu rostro
giraron impulsadas por mis hélices, sopla tu áspero fantasma,
los muertos alzan la mirada;
donde un día asomaron el pelo los tritones
a través de tu hielo, el viento áspero navega
por la sal, la raíz, las huevas de los peces.

Donde una vez tus verdes nudos hundieron su atadura
en el cordón de la marea, allí camina ahora
el vegetal destejedor,
con tijeras filosas, empuñando el cuchillo
para cortar los canales en su origen
y derribar los frutos empapados.

Invisibles, tus mareas medidoras del tiempo
irrumpen en las camas galantes de las algas;
el alga del amor se vuelve mustia;
allí en torno a tus piedras
sombras de niños van, que desde su vacío
lloran ante el mar colmado de delfines.

Secos como la tumba, tus coloreados párpados
no serán aherrojados mientras la magia se deslice
sabia sobre el cielo y la tierra;
habrá corales en tus lechos,
habrá serpientes en tus mareas,
hasta que mueran todos nuestros juramentos del mar.


Where once the waters of your face

Where once the waters of your face
Spun to my screws, your dry ghost blows,
The dead turns up its eye;
Where once the mermen through your ice
Pushed up their hair, the dry wind steers
Through salt and root and roe.

Where once your green knots sank their splice
Into the tided cord, there goes
The green unraveller,
His scissors oiled, his knife hung loose
To cut the channels at their source
And lay the wet fruits low.

Invisible, your clocking tides
Break on the lovebeds of the weeds;
The weed of love’s left dry;
There round about your stones the shades
Of children go who, from their voids,
Cry to the dolphined sea.

Dry as a tomb, your coloured lids
Shall not be latched while magic glides
Sage on the earth and sky;
There shall be corals in your beds,
There shall be serpents in your tides,
Till all our sea-faiths die.

Dylan Thomas (Swansea, 1914-Nueva York, 1953)
Versión de Elizabeth Azcona

jueves, 10 de septiembre de 2009

Donde vuela el camaleón

Los juegos de la ira




Primero todos intercambiaban con él el pan y la sal. Después manifestaron, torvos, que él había dejado de merecer el pan. Que quizás nunca lo había merecido. Y se lo suprimieron. Él esperaba, sometido a la lógica, que le fuera retirada la sal, ahora inútil. Pero un día vinieron, uno tras otro, minuciosos y acordados, lo estaquearon y desgarraron parte de su piel. Luego extendieron sobre las heridas toda la sal a la que tenía derecho, retirándose con la perversa seguridad de que no le sería posible acusarlos de ese pecado tan denostado, la avaricia.

Donde vuela el camaleón. Ediciones Sin Nombre, Casa Juan Pablos (México) .

Gratitudes de verano

En el verano:
viento de la esquina,
verde sobreviviente en la sequía,
tenue, obstinada nube que aparece
y cruza sola el cielo imperturbable,
agasajo de la sombra del árbol,
vaso de agua al regreso: muchas gracias.
Rapado, el pasto tiene olores
a pequeño cadáver indeciso,
otra culpa del verano profundo.
Desolada de ferocísimo sol,
esta pared lo escupe. Sólo faltan
tristezas de pájaros agónicos
para mojar el borde de un pañuelo.
A ti, alfabeto,
gracias te sean dadas,
por acudirme, pese a esta miseria:
musitas y aminoras con memorias
de milagrosas y narradas lluvias,
de mares y manzanas, tanto agobio,
que olvido este calor y que aún lo escribo.

******************


Sumas

caballo y caballero son ya dos animales

Uno más uno, decimos. Y pensamos:
una manzana más una manzana,
un vaso más un vaso,
siempre cosas iguales.

Qué cambio cuando
uno mas uno sea un puritano
más un gamelán,
un jazmín más un árabe,
una monja y un acantilado,
un canto y una máscara,
otra vez una guarnición y una doncella,
la esperanza de alguien
más el sueño de otro.

De Reducción del infinito 2002

Ida Vitale

martes, 8 de septiembre de 2009

Monte Saint-Michel a merced del mar

Mons Sancti Michaeli in periculo mari



El 19 de agosto nos fuimos acercando al Monte Saint-Michel, al atardecer pudimos divisarlo a lo lejos. Al día siguiente, coincidiendo con la luna nueva -sol en Leo, luna en Leo-, pudimos ver este paraje con la marea viva de conjunción. ¡Impresionante! Inmensas extensiones de arena que, unas horas después, serían cubiertas por las aguas. Durante la Edad Media lo llamaban Mons Sancti Michaeli in periculo mari, Monte San Miguel a merced del mar. El nombre no podía ser más apropiado.









domingo, 6 de septiembre de 2009

Alan Stivell, el Golfo de Morbihan, la magia de Bretaña

Música, piedras y palabra

Tras las vacaciones vuelvo a retomar el blog con la Suite des Montagnes de Alan Stivell, un músico que siempre me ha gustado mucho y muy presente durante todo mi viaje por Bretaña.



Añado una actuación de dos músicos en el puerto St. Goustan en Auray, un pueblo situado en el golfo de Morbihan, en Bretaña.




Alineamientos de Carnac




Impresionante conjunto de alineamientos megalíticos situado en las afueras del pueblo Carnak -Karnag en celta-, junto al Golfo de Morbihan. Es el monumento prehistórico más extenso del mundo. Los menhires fueron levantados durante el Neolítico en un proceso de siglos de duración, entre el 4500 y el 2500 a.C.



El druida y el niño

Retomo también una antigua entrada del blog Las Series del druida , un diálogo pedagógico entre un druida y un niño, y contiene una especie de recapitulación, en doce preguntas y doce respuestas, de las doctrinas druídicas. El alumno pide al maestro que le cante la serie de los números, desde el uno hasta el doce, para que así pueda aprenderlos.


El druida
-Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?

El niño
-Cántame la serie del número uno, hasta que hoy la aprenda yo.

El druida
-No hay serie del número uno: la Necesidad única, el Óbito, padre del Dolor; nada antes, nada más.
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?

El niño
-Cántame la serie del número dos, hasta que hoy la aprenda yo.

El druida
-Dos bueyes uncidos a un caparazón. Ellos tiran, ¡qué maravilla!
No hay serie del número uno: la Necesidad única, el Óbito, padre del Dolor; nada antes, nada más.
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?

El niño
-Cántame la serie del número tres, hasta que hoy la aprenda yo.

El druida
-Tres partes en el mundo hay, tres comienzos y tres fines, tanto para el hombre como para el roble.
Tres reinos de Merlín llenos de frutas de oro, de flores brillantes y de pequeños que ríen.
Dos bueyes uncidos a un caparazón...
No hay serie del número uno: la Necesidad única…
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?

El niño
-Cántame la serie del número cuatro, hasta que hoy la aprenda yo.

El druida
-Cuatro piedras de afilar, piedras de afilar de Merlín, que afilan las espadas de los valientes.
Tres partes en el mundo hay…
Dos bueyes uncidos a un caparazón…
No hay serie del número uno…
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?

El niño
-Cántame la serie del número cinco, hasta que hoy la aprenda yo.

El druida
-Cinco zonas terrestres; cinco edades en la duración del tiempo, cinco peñas sobre nuestra hermana.
Cuatro piedras de afilar…
Tres partes en el mundo hay…
Dos bueyes uncidos a un caparazón…
No hay serie del número uno…
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?

El niño
-Cántame la serie del número seis, hasta que hoy la aprenda yo.

El druida
-Seis niños de cera, vivificados por la energía de la luna; si tú lo ignoras, yo lo sé.
Seis plantas medicinales en el pequeño caldero; el enanito mezcla la pócima, con el dedo meñique en la boca.
Cinco zonas terrestres…
Cuatro piedras de afilar…
Tres partes en el mundo hay…
Dos bueyes uncidos a un caparazón…
No hay serie del número uno…
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?

El niño
-Cántame la serie del número siete, hasta que hoy la aprenda yo.

El druida
-Siete soles y siete lunas; siete planetas, comprendida la Gallina. Siete elementos con la harina del aire (los átomos)
Seis niños de cera…
Cinco zonas terrestres…
Cuatro piedras de afilar…
Tres partes en el mundo hay…
Dos bueyes uncidos a un caparazón…
No hay serie del número uno…
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?

El niño
-Cántame la serie del número ocho, hasta que hoy la aprenda yo.

El druida
-Ocho vientos que soplan; ocho fuegos con el Gran Fuego, encendidos, el mes de mayo, en la montaña de la guerra.
Ocho terneras blancas como la espuma, que pacen la hierba de la isla profunda; las ocho terneras blancas de la Señora.
Siete soles y siete lunas…
Seis niños de cera…
Cinco zonas terrestres…
Cuatro piedras de afilar…
Tres partes en el mundo hay…
Dos bueyes uncidos a un caparazón…
No hay serie del número uno…
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?

El niño
-Cántame la serie del número nueve, hasta que hoy la aprenda yo.

El druida
-Nueve manitas blancas sobre la mesa de la era, cerca de la torre de Lezarmeur, y nueve madres que mucho gimen.
Nueve Korrigan que danzan con flores en el pelo y vestidas de lana blanca, alrededor de la fuente, a la luz de la luna llena.
La jabalina y sus nueve jabatos, en la puerta de su revolcadero, gruñendo y hozando, hozando y gruñendo. ¡Pequeños! ¡Corred al manzano!, el viejo jabalí os va a dar la lección.
Ocho vientos que soplan…
Siete soles y siete lunas…
Seis niños de cera…
Cinco zonas terrestres…
Cuatro piedras de afilar…
Tres partes en el mundo hay…
Dos bueyes uncidos a un caparazón…
No hay serie del número uno…
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?

El niño
-Cántame la serie del número diez, hasta que hoy la aprenda yo.

El druida
-Diez navíos enemigos que han sido vistos procedentes de Nantes: ¡Ay de vosotros, hombres de Vannes!
Nueve manitas blancas …
Ocho vientos que soplan…
Siete soles y siete lunas…
Seis niños de cera…
Cinco zonas terrestres…
Cuatro piedras de afilar…
Tres partes en el mundo hay…
Dos bueyes uncidos a un caparazón…
No hay serie del número uno…
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?

El niño
-Cántame la serie del número once, hasta que hoy la aprenda yo.

El druida
-Once sacerdotes armados que vienen de Vannes con las espadas quebradas. Y con la ropa ensangrentada y muletas de avellano: de trescientos sólo ellos once.
Diez navíos enemigos…
Nueve manitas blancas …
Ocho vientos que soplan…
Siete soles y siete lunas…
Seis niños de cera…
Cinco zonas terrestres…
Cuatro piedras de afilar…
Tres partes en el mundo hay…
Dos bueyes uncidos a un caparazón…
No hay serie del número uno…
Despacito, buen hijo del druida; contéstame, despacito, ¿qué quieres que te cante?

El niño
-Cántame la serie del número doce, hasta que hoy la aprenda yo.

El druida
-Doce meses y doce signos; el penúltimo, Sagitario, dispara su flecha de un dardo provista. Los doce signos están en guerra. La buena Vaca, la Vaca Negra que lleva una estrella blanca en la frente, sale del bosque de los Despojos. En su pecho lleva el dardo de la flecha; la sangre le corre a mares. Ella muge, con la cabeza levantada.
Suena la trompa. Fuego y trueno; lluvia y viento. Trueno y fuego; nada; nada. Nada más ni serie alguna.
Once sacerdotes...
Diez navíos enemigos…
Nueve manitas blancas …
Ocho vientos que soplan…
Siete soles y siete lunas…
Seis niños de cera…
Cinco zonas terrestres…
Cuatro piedras de afilar…
Tres partes en el mundo hay…
Dos bueyes uncidos a un caparazón…
No hay serie del número uno: la Necesidad única, el Óbito, padre del Dolor; nada antes, nada más.

Este canto está recogido en uno de los capítulos del libro El Misterio Celta de Hersart de la Villemarqué, publicado por José J. de Olañeta, editor.